Los Primos Del Campo

Los primos del campo

Miami, FL.- Nadie pule el piso, guisa tan gustosos guisos ni da tanto por tan poco como aquellos primos que un día abandonaron lo poco que tenían para venir a arrimar el hombro junto a sus parientes acomodados de la ciudad.

Van a la plaza, suben y bajan las valijas y, más de una vez, en mangas de camisa, lavan, planchan, pintan, descascaran y hasta sacan a pasear el perro sin chistar, cantando. Se convierten en todólogos. Indispensables, capaces de dar la vida por defender el patrimonio que, con desparpajo y sin medidas, derrochan sus familiares.

Como los indocumentados, los primos del campo, además de echarse encima todo el peso de la casa de sus protectores –y defenderla hasta con sus propias vidas-, normalmente son el blanco de sospecha y de maltrato por cualquier desliz.

Los primos poderosos, como los toros bravos, cierran los ojos al embestir. No miran ni siquiera que no es rojo el desteñido trapo blanco con el que les pulen y abrillantan sus estrellas y sus barras.

Hasta que un día se dan cuenta de que nadie manejaba la despensa con la mesura y pulcritud que el despreciado primo.

Quién sabe, tal vez el 1º de mayo, cuando más de once millones de indocumentados dejen de sacudir el plumero, salga a flote todo el polvo y la indiferencia con los que este gran país, campeón mundial de la democracia y la libertad, trata a sus sacrificados primos del campo.