Gato Y Ciguapa, Cuadrupedeando Felonamente Su Felicidad

TAMPA, FL.- Para leer Tizne de nubes, el más reciente libro de René Rodríguez Soriano, publicado en formato electrónico, hay que explorar el mundo desde la perspectiva de la nube, la ola, del poema que hace el amor con otro poema en el recuerdo del lector. Se buscan claves en sus libros anteriores: inútil, porque Tizne de nubes se aleja radicalmente de previas exploraciones juliocortazianas, y se resiste a la clasificación de “cuento”.

Las claves para acceder al mundo de Tizne hay que buscarlas en la poesía. En una primera lectura, Tizne de nubes parece una serie de poemas en formato de prosa. El primer texto, Permiso para subir a la cornisa del olvido, empieza así:

«Toqué las puertas de la risa y me burlaron. Pisé los adoquines, las esquirlas y las alfombras de un te quiero almidonado. Trepé los aposentos de la espuma, del miedo y del espanto. Me adentré. Anduve. Troté. Esquivé, salté y me empujaron. Los verbos, los sujetos, los objetos (y el otoño, con su crujiente cortina de hojas idas), cedieron, me abrieron paso hasta más allá, al mismo fondo del olvido.»

De inmediato, el incauto lector de libros anteriores de René se da en las narices con una prosa que en un principio, no parece narrativa. Es o no es cuento, se pregunta uno, a dónde me lleva el autor con estas oraciones-versos llenas de olvido, sueño y poesía.

¿Cuál es el género de estos textos: poemas con aire de cuento, o cuentos envueltos en poesía? Quizás sean cuentos donde la poesía misma es el personaje, y la búsqueda de la expresión poética es la trama.

Olvidarse de todo, de las palabras, de los símiles, para vivir el poema, es la invitación del narrador: “Te invito: entra al olvido, no hacen falta artimañas. Aquí, plácido el poema, con toda la piel poblada de amarguras, latiendo en carne viva, te invita a sentar reales”.

Hay que obedecerlo, porque René violenta los significados y las expectativas, y nos lanza a búsquedas de experiencias, más que de significados.

En textos como Ola en celo, o Transeúnte de amor con aleteos, la personificación de una ola y una mariposa inventa imágenes nuevas para expresar el amor: «Ella iza una bandera hecha jirones de ternura. Yo, a toda hora, soplo una corneta zurda».

La soledad, esa constante en los textos de René, reaparece en Soledad del instante de estar solos, tal como él la ve: “ese jirón de vida que nos permite alejarnos para acercarnos más a nuestros duendes cotidianos”, un espacio donde se encuentra uno a sí mismo.

No podía faltar una dedicatoria para “Laura” –enigmática protagonista de numerosos cuentos de René. En este texto, Ausencia vuelve a sus andadas, la ausencia aparece sin artículo, como si fuera el nombre de una de sus famosas yeguas. Esta pícara de “Ausencia” desmorona el mundo perfecto del amante cuando más a prueba se siente de la nostalgia de la amada. En Para vivir en domingo todos los domingos, esta misma ausencia se materializa para supeditar una ciudad entera a la presencia de la ausente Tricia. (Es curioso que estas amadas ausentes no parecen inspirar dolor, deseo por su pronto retorno; más bien su leve rastro sirve para aromatizar la amable compañía de la soledad.)

En Ella vuela una escoba de ternura, la poesía personificada aparece escoba en mano, en un huracán de colores y ternura, transformando todo a su paso irresistible, la ruta cotidiana barrida por la cola de ese cometa mágico que arrasa «vía Caracas».

Perdí mi nube, el título que concluye Tizne de nubes, es un juego de inversiones que resume la esencia de la obra:

Era enero quizás en esas tierras y hacía frío. Era junio tal vez lleno de mar, soles y arena. Pero yo no era yo por estos predios… […] mi nube y yo, dos tórtolos disparados hacia la locura, amándonos con un amor enano que alcanzaba la tierra y bajaba a lo más alto de los cielos, embarrándonos con lodo y espuma de estrellas… […] viviendo nuestra alegría sin paraíso, mi nube y yo.

Es el mundo visto desde otra perspectiva, donde se baja hasta el cielo y se sube hacia la tierra, donde se confunden Narciso y su imagen. Este juego de inversiones, donde los reflejos –los recuerdos, las sensaciones, las ausencias– son más corpóreos que el objeto que recuerdan, es la clave de Tizne de nubes.

MARIA REBECA CASTELLANOS, ESCRITORA. (Biblioteca. Listín Diario. 4 de marzo del 2001. Santo Domingo, RD)