Olores y Sabores Del Alma

Cuando llegué al Teatro Tower de la Pequeña Habana a escuchar al escritor René Rodríguez Soriano encontré la Calle Ocho taponada de gente. Pensé que la poderosa promoción emprendida por el Club de Lectores del Centro Literario de la Florida del Miami Dade College a través de televisión, radio, periódico e Internet, había levantado de la abulia intelectual a Miami en pleno.

 

Las bendiciones de un cura que desde la acera lanzaba agua bendita con su hisopo me sacaron de mi alegría literaria. Esa multitud estaba allí lista para la francachela y la comilona. Se reabría el restaurante que colinda con el teatro el cual meses antes se había incendiado.

Tal vez los aportes de nuevos socios y la jugosa suma del seguro dieron para orquesta, comida y bebida a granel. A pesar de esa competencia desventajosa entre el estómago y la mente, René Rodríguez Soriano logró reunir un nutrido grupo de narradores, poetas y amantes de la literatura quienes fieles a las letras atravesaron por encima de los sabores y ritmos latinos para escuchar los cuentos extractados de «Sólo de vez en cuando» y las amenas anécdotas del autor dominicano.

Confieso que el corre corre de la metrópolis postmoderna no me había dado tiempo de almorzar y a esas horas de la noche mis tripas bramaban. Estuve a punto de aceptar la invitación del dueño del restaurante quien respondió de esa manera a la que le formulé cuando me acerqué a merodear entre el bullicio de la multitud.

Otra persona que dejó de lado estas tentaciones fue la escritora Marta Sepúlveda quien tomó la vocería de todos los creadores allí presentes para presentar a René y plantear emocionada que «hemos venido con lo único que te hacía falta… una pizarra gigante en el corazón de cada uno de los que te escuchemos, para que nos dibujes tu magia.»

René Rodríguez Soriano lo hizo magistralmente con su porte de caballero de tierra adentro (no en vano es de Constanza, República Dominicana), pues nos deleitó con una bandeja, no de pastelitos, quesitos o vinitos de promoción sino con una suculenta comida de palabras poéticas que satisficieron mi hambre espiritual al ponerme a soñar con las mujeres que amé y con las que amo. «Solo de vez en cuando» es un homenaje a la mujer representada en Julia que sigue presente más allá de los sabores y los olores porque ha alcanzado la inmortalidad, la incorporeidad, se ha vuelto pensamiento, se ha vuelto comida del alma, se ha vuelto la mujer amada que representa a todas las mujeres que el eterno enamorado ve hasta en la sopa.

Y es que René es un poeta venido a narrador y un narrador elevado a poeta. Sus cuentos no se conforman con la liviandad de la narrativa contemporánea que oximorónicamente llaman ‘light’. En esas tinieblas de lo ‘light’ la masa amorfa encuentra su acomodo. La prosa de René por el contrario extrae la esencia de lo mejor de la literatura porque escarba con atino en autores que precisamente no se distinguen por caer en cualquier mano, sino en aquellas que, como las de este distinguido caribeño, cultivan la poesía.

© Por José O. Alvarez, Ph.D. / mediaIsla. Resumen 1012. 3 de octubre 2007.