Los Múltiples Rostros De Una Pasión

¿Que le parecería a usted abrir una puerta, entrar a través de ella y encontrarse de súbito en otro lugar del mundo? René Rodríguez Soriano nos propone ese juego en un libro en el que se entremezclan una subyugante intensidad poética con una estructura lúdica capaz de meternos en el juego y en el propio libro, de inmediato.

La poesía carga de sentido no sólo cada relato, sino también cada párrafo, y a veces cada frase, y aun una mera palabra. El juego está presente en cada una de esas unidades como lo está en el conjunto, y convierte al lector en protagonista y testigo, cuando no en narrador y participante de un laberinto sin fin.

El valor de los cuentos de Sólo de vez en cuando no es puramente verbal. Hay en ellos una organización que le ofrece al texto un camino singular y fascinante para mejor cumplir con su objetivo que es el de plasmar la unidad entre el personaje, el texto y el autor.

Las historias son poderosas invocaciones que nos empujan a participar en ellas. Aunque hay un solo punto de vista narrativo, aquél inclina a compartirlo. La simultaneidad de tiempos y espacios así como lo anteriormente indicado inscriben este libro dentro de la mejor tradición narrativa latinoamericana y nos permite redescubrir, como ocurre siempre en los libros importantes, nuestras metas permanentes más allá de las circunstancias y la presencia del amor en el universo como signo distintivo de la condición humana.

¿Quién es ella? Ella es alta, delgada, con los ojos negros y las piernas más rotundas que las de la Dietrich en sus mejores tiempos. Su presencia en el mundo es un peligro porque conspira contra la seguridad del Estado y de todos los estados emocionales. La Vía Láctea, el tiempo y el espacio, las oficinas y las fábricas, las calles y los parques, las artes y las ciencias, todo está a punto de entrar en el caos debido a ella, a su cuerpo, su perfume y su andar. Pero, ella es ella simplemente y la descripción es descripción, o sea retrato sin movimiento, que luego se convertirá en relato completo cuando el narrador afirme rotundo que «sólo sé que se llama Josefina».

¿Y Luisa? Nada ha cambiado en ella ni en torno de ella «el brazalete aquél, mis gafas, tus aretes y nuestros anillos relucientes». Todo lo que sigue es una enumeración de recuerdos, y el lector se aproxima peligrosamente al final físico del texto, temiendo no hallar el desenlace, pero una sola frase tiene el poder de ofrecérnoslo y reflejarlo en múltiples sugerencias como en un prisma de espejos infinitos: «nada ha cambiado en esta foto, amor, sólo tu mano y la mía que ya no se entrelazan con la misma fuerza.

El tiempo interno, el evocado y el exterior, vale decir toda la preceptiva del relato literario se resquebraja ante un autor poderoso que es capaz de ponerla en cuestión, de entrar y salir de sus construcciones narrativas, de discutir aquello que está escribiendo y de meter en él a la mujer a quien busca.

«-Has sido hecha para amarme. También para matarte con la misma fuerza con la que me das vida en estas páginas en que moro.» -«Juego 000», «Juego 009», «Todos los juegos el juego», son títulos que enuncian lo que se pretende, pero todos – debemos repetirlo- estamos inmersos en el juego y el fuego incansables de la vida. Aquellos son los territorios que con más avidez explora René, pero es singularmente el terreno onírico aquél que lo atrae con mayor persistencia. ¿Quién es la mujer que todas las noches entra sigilosa en su cuarto y se posa sobre sus cosas para luego marcharse de la misma manera? ¿Dónde vive? ¿Hasta dónde habrá que seguirla? ¿Y quién es la misteriosa secretaria que se convierte en narradora de un relato con cuya historia ni siquiera ha soñado.

¿Has tocado, realmente, una guitarra alguna vez? La trama está contenida las más de las veces en el propio título de la historia, y hay que recordarlo para saber llegar hasta el desenlace sin el temor de que éste no ocurra y nos quedemos encerrados en un libro. Hay en toda la obra una atmósfera ritual que nos separa del progresivo tiempo histórico y nos hace vadear las aguas míticas del sueño. En ella se transmutan los múltiples rostros de una pasión y se juntan una creación poética permanente con una invitación a jugar y una palabra inocente que hará de este libro un instrumento indispensable para entender los caminos de la siempre nueva narrativa latinoamericana.

Eduardo González Viaña. Premio Juan Rulfo de Cuentos 1999. Western Oregon University, USA.