Las Historias De René Ocurren Sólo de Vez En Cuando

Si uno se deja conducir por los dedos de Rodríguez Soriano -él dice que son sus dedos los que escriben- para averiguar cuál es el rostro de Julia y si es ése su verdadero nombre, o quién es Laura, o de dónde viene Josefina, para enterarnos de porqué perseguir a Rita, o si los santos son en verdad inocentes, o porqué nunca morirá el abuelo, o si optamos por jugar con los fuegos del juego, llegaremos a preguntarnos, en definitiva, si los personajes nacieron de la imaginación del autor o son reflejos de quienes nos hemos introducido en su obra, sin que él lo sepa.

Luego de leer unas hojas de Sólo de vez en cuando (Editora Imago Mundi, 2005), el más reciente libro de relatos de René Rodríguez Soriano, nos encontramos de pronto con la época de los años juveniles, aquella en la que todos intentamos un verso; y alcanzamos a vislumbrar en lo narrado algún personaje que fuimos, con la carga que portamos, ahora más pesada o más leve. Porque en sus textos él siempre dice cosas que nos remiten o retornan a emociones que quizá hemos vivido, pero no sabemos cómo decirlas y menos aún decirlas a su manera.

En los textos de René el mundo real y el posible, o el imaginario, no se excluyen, sino que él sabe diluir la frontera entre ambos y dibujar una línea fascinante. Adentro queda el ámbito de una transgresión permanente, ámbito al que nos invita con una voz que seduce. Una voz que transforma lo contundente y lo cotidiano en una creación casi siempre sorprendente.

Leer los cuentos de Sólo de vez en cuando es encontrarse con el ingenio, la reminiscencia, a veces con el desparpajo, nunca con la solemnidad y siempre con el amor. Y es también atravesar las técnicas narrativas saltando sobre aquella línea que el autor traza entre lo real y lo posible, aunque a veces elija la simultaneidad.

Los protagonistas de estos cuentos son seres reales, aunque algunos con cierto halo prodigioso, que les permiten irrumpir en la historia de una manera totalmente renovadora, alejada de aquel «érase una vez.» y el lector siente un insobornable deseo de descubrir porqué están allí.

En el lenguaje, hasta en los títulos, está siempre la poesía con un despliegue atrapante, una poesía con aire fresco, reveladora de la búsqueda de lazos sutilmente atados a la realidad y a la magia.

Con estos cuentos el autor nos ofrece un buen vino que nos deleita y durante la lectura nos sorprende de pronto otro tipo de aroma, porque él ha cambiado la botella, sin que nos diéramos cuenta. Y entre copa y copa, el regusto que despiertan las historias que ocurren sólo de vez en cuando .
Pilar Romano – Ababolia 13 Septiembre, 2005 http://www.ababolia.com