Cuando Me Siento De Vez En Solo

Más sobre el supuesto «sufrimiento» del escritor. Si en verdad
tienes que sufrir que no sea por lo que escribes sino por cómo.

Julio Cortázar/ El Diario de Andrés Fava

Me he estado sintiendo mal. Es un asunto que tiene que ver inevitablemente con la distancia y el hecho de que, por algún asunto migratorio mal diligenciado en el que no abundaré, no puedo conducir en esta ciudad, donde el sistema de transporte público es algo relegado a elementos que la sociedad ya no valora. No tengo teléfono; ya ni los bancos se acuerdan de mí.

Llega el correo y la cosa empeora: un paquete de café (sabor que empieza con el aroma) y la respectiva botella de ron. Otro paquete: un libro firmado con tinta roja. Navego con avidez por las páginas nuevas y me susurro en voz alta: Coño, lo que faltaba, un libro para abrazarse.

Sólo de vez en cuando hace que la Rana me acompañe a compartir el autobús 35 con retardados mentales y la gente que va a las clínicas de metadona. Me miran con sus ojitos craqueados: lo han perdido todo. La calefacción está mala y me abrazo del libro, que pesa como un block de ocho, incluso su textura es rugosa, porque está lleno de muchachas que no llegan a mujeres. Huele a sobaco, a carro público y a juego de baloncesto, a ese puño en el aire y a la malapalabra atragantada como lágrima cuando Giulia, meneando la cucharita conmigo frente a Piazza Garibaldi, se sonríe tan ojos negros como Josefina y me enamora: E vietato atravessare il binari.

Adentrarse en todos los juegos que se le fueron de las ondas es bregar con fuego. Y él (culpable de irse quedando poco a poco, en esa manía tropical) las quiere celebrar con boleros dolorosos. ¿Te acuerdas Soriano de Camboy Estévez jurando por su madre que esa calle al final tiene su nombre? Claro, de seguro que te acuerdas, si cuando te fuiste arrastraste bajo las uñas el amargo del tabaco, el último trago y todas esas muchachas (placer de reiterar) que quedaron como pañuelo enlagrimado agitándose con furia en el espejo de la sección de clasificados de El Nacional, porque sí, porque quisiste hacerle tus trucos de caja de bola y telaraña a la muchacha en el escritorio de caoba, porque quisieron fumarse todos los estupefacientes que quemaron en la Dirección Nacional de Control, porque cuando el avión tiraba para arriba tú apretabas las muelas del juicio para pensar en Lucía, para recordarla mejor, cuando ella no te perdonaba nunca que le hayas alborotado el alma desde la fila en el banco, le pasaste el cheque firmado y le dijiste con todo el descaro que «Desde que Lola se fue ni la luz del sol, ni los sembrados se justifican y voy por ahí, dejándome llevar por la corriente»; para pedirle a la azafata que por lo que más quiera señorita consígame una servilleta para dedicarle un poema y mucha música de Frank Sinatra.

No tenemos remedio.

Cuando llegue el dolor, en esas noches en que el olvido no logra consumarse y lo que queda es tomar el trago dudoso del fondo, tendremos que aferrarnos a tu memoria de atarazanas y adoquines coloniales, a tus arrugas de jevitas encaramadas en matas de guayabas o destrozándose en tus brazos antes de que raudo, hagas las maletas y te lleves esa suavidad de voz, tus camisas azules y tus bigotes cuando Noti-Tiempo y Radio Mil Informaba. Abrazo el libro y me dejo abrazar, dejo que se regodee en la cóncava humedad que se me retuerce en las botas, en los dedos pelados de tanto perder, taza a taza, toda mi religión.

Enmanuel Andujar – proSÁBADO 033. 28 de enero 2006.-
http://mediaislaprosabado.blogspot.com/2007/05/prosbado-033.html