Plan De Fuga de René Rodríguez Soriano

La historia no es el vaso ebrio que nunca la contiene
ni es la espuma ni es la sal ni el líquido
o el gas que uno destila.

[Queda la Música. René Rodríguez Soriano. 2003]

Santiago de los Caballeros, RD.- He aquí la misteriosa huida, la del agua que discurre y nos deja, vibrante, el pez entre las manos. La huida delirante del jazzista o de la droga {que a la postre es la misma}. La eterna pretensión de completud de todo artista.

El acto iniciàtico y propiciatorio de toda literatura auténtica es la fuga para el canon Deleuziano. Y la de uno de sus preferentes y admirables monstruos, D. H. Lawrence, siempre fue la de: “salir, salir, escapar… cruzar el horizonte, entrar en otra vida.” Como si pretendiera saber que el vivir y la escritura no son más que una fútil locura del sentido.

En Queda la música, de René Rodríguez Soriano, relato largo o novela corta, como le gustaría decir a cualquier crítico “consagrado”, archivista y manido, el autor recurre {o no puede despojarse} de la Nostálgica como poética o recurso de la elíptica discursiva; reafirmando así una especie de política recurrente de la tristeza en la nebulosa del recuerdo {otro estadio liquidatorio de la conciencia anterior, en plena fuga}; deseando siempre volver a ese pasado mucho más digno, impregnado de olor a manzanilla y a yaragua {estado superior y verdadero de la infancia} que es, al fin, un lugar sin límite {cíclico y último} de todo aquel que anhela la absoluta libertad. Libertad palpable en el tejido textual, incluso en la estructura y la plasticidad permanente de toda su obra narrativa. Parece ser que ese poeta-niño que se le apoza en los rones de los ojos de René, aún, no ha muerto.

Y es que la sinceridad en los escritores (as) de hoy día es un hallazgo poco común. Los círculos dantescos empotrados en las estrategias del rimel, la cosmética y el ego linfático globalizado han invadido gran parte de nuestra literatura, convirtiéndole {y vendiéndola por libras} en una amenazante y fétida bola de mierda.

Encontrarnos con un texto de tan ingenua y fresca honestidad como Queda la música de René Rodríguez Soriano, ha reafirmado en nosotros el decir consagratorio y estimulante de uno de los escritores más sólidos y fragantes de la literatura contemporánea. Quien, en un seductor y consciente desdoblamiento, ha querido, de nuevo, soñar a ser mujer con su andar de mariposa y, en un apunte a lápiz, desdibujar el mar; creyéndose un niño {o una niña}, que la espuma es una paloma o un rumor de pájaros en su eterno y delirante plan de fuga.

PASTOR DE MOYA. Premio Nacional de Cuento 2003. (Primavera 2004)