Los Dedos Alocados De René
mayo 8, 2015MIAMI, FL.- El escritor dominicano René Rodríguez Soriano terminó Queda la música, a los 52 años, esa edad en que según los antiguos mayas, se terminaba de recorrer el primer ciclo de todas las combinaciones posibles entre los puntos cardinales y los astros, o de trazar el círculo inicial de un destino humano. Este libro plagado de juegos y alusiones a melodías o poemas; cuya estructura salta y se devuelve, deja que la escritura vaya a la deriva y se aleje y regrese una y otra vez a puertos que conservan su nombre capítulo a capítulo: Plan de fuga, Antecama, o Nebulosa; y cuyo género es indefinible porque no se aviene a las tradicionales fronteras de la novela y en el centro de la lírica insinúa una historia, y además subvierte a conciencia las reglas gramaticales del uso del género; es ciertamente un lugar de desembarco de la lengua del poeta-narrador que alguna vez ganó el Premio Nacional de Cuentos José Ramón López y otras veces fue detestado por sus palabras.
Aquí está René, con su infancia intacta, en ésas las líneas que hablan de la felicidad –sin nombrarla– de los »potros galopando a campo traviesa sobre la yaragua humedecida de marzo, con todo el violonchelo de la lluvia a todo viento». Son los días en que se cría viendo una infancia donde la mañana olía a leche recién ordeñada y pastaban los sementales sobre el verde-verde de la región de Constanza, un valle como un antiguo lago situado en el mismo centro de la cordillera que cruza la mitad de la isla, quizá el único lugar del Caribe donde el invierno hiela la vegetación y el aire huele al aroma mezclado de flores de las tierras frías. Entonces él se »mecía en las ondulaciones que dejaban los patos al nadar en la laguna» y el mundo era del tamaño de la casa, entre otras cosas, porque estaba llena de libros.
Aquí están los dedos con los que de adolescente, después de haber oído incontables veces el recuento del Movimiento 14 de Junio que tuvo lugar en las mismas montañas de Constanza, o de la guerra civil del 65 que sólo se libró en Santo Domingo, pero que oyó como un eco interminable, como un incendio en su imaginación alimentado por las noticias del los hermanos mayores, escribió su primer cuento: No les guardo rencor, papá, donde dejó incrustada la mirada de un niño que oyó hablar de muchachas asesinadas en la lucha contra la tiranía, y de invasiones que aseguran la perpetuación del odiado trujillismo en la figura de Balaguer.
Pero, paradójicamente, éste que hoy escribe, que una vez fue parte de la novísima poesía en su país con versos duros como aquél que definía su pueblo así: »mildoscientostantos metros sobre el nivel del mar/ ochocientos reclutas/ noventa putas/ cuarenta prostitutas/ tres adulones/ y un síndico», o que escribe sobre un amigo asesinado: »nunca haré tu poema ni hace falta/ cada vez que alguien te nombre o te recuerde/ desangrará la espita de la rabia/ para abatir la noche uniformada/ que te secó la risa con su ráfaga», no se ocupa ya más de la historia política, aunque cree que no traerla a primer plano lo condena al olvido en su país, donde, lo sabe, “no tendría mucho éxito».
“Los dominicanos tenemos una fuerte cultura política, pues vivimos la resistencia contra Balaguer en medio de la Guerra Fría, en ese momento de efervescencia que coincide con el mayo francés y el grito de la imaginación al poder. Por eso, en República Dominicana tienes que contar una historia y meter a Trujillo o a Balaguer, y si no cuentas un período donde la gente pueda ir o encontrarse, la idea es que entonces no has hecho una obra que pueda trascender. La novelística o narrativa dominicana está varada en ese punto, tratando interminablemente de narrar la tiranía y para completar, aparece La fiesta del chivo».
Ahora sus dedos, autónomos, sedientos, indiferentes a él mismo y sólo atentos al otro para tocarlo o escribirlo, cuentan desde adentro, prescindiendo de los hechos, como herramientas del deseo y del cuerpo que se escribe en esa sed de fundirse que lo lleva a confundir géneros –»quien de los dos es el hembra o la varón», dice– se ensayan como voz femenina, única forma de decir, sin vergüenza alguna, el sentimiento con el que se claudica, se clama por el otro. Queda la música traza tres tiempos: es memoria del placer, deseo, y ausencia, atravesadas por la herida del amor que ya se siente desde que el otro avanza contra el corazón inerme, y de este modo desembarca en la escritura con dos voces que retoman los nombres de los protagonistas de El amor en los tiempos del cólera, aunque no son definitivamente ni Fermina, ni Florentino.
La clave del relato está en la novela Pura pasión, de Annie Ernaux, donde »una mujer que vive sólo para esperar al hombre que ama» le hace descubrir, deslumbrado, ese lujo del alma que consiste »en poder vivir una pasión por un hombre o una mujer». A veces, la voz musical con que René nombra el deseo femenino – “Siento que soy mar y tu lengua es un río que se desagua en él»– se hace extraña, surge como voz del varón que impone la forma en que quiere ser deseado; pero su valor está en ese intento andrógino, de sentir como el otro.
Explora la herida del amor: »La matadora se desangra herida de muerte y de qué forma./ Puedo morir en paz. Entro a la vida», y el mito platónico de la incompletez, jugando con la idea de haber sido, alguna vez, segregados de la otra mitad: el vuelo no es completo sin el otro, al que llama »ala mía». Como él lo confesó en una reciente presentación en Miami, para que el narrador hombre de este siglo se arriesgue a una voz tan romántica, necesita revestirse con la máscara de una mujer. Pero, como quiera que conocemos de qué modo la máscara modela el destino celebramos este momento de la literatura en que escritores como él o como el mexicano Alberto Ruy Sánchez asumen una voz lírica femenina y narran el deseo de un modo lúdico, proponiendo lecturas transversales: en sus cinco planes de fuga, Rodríguez Soriano justifica la ausencia de la historia, y plantea la escritura como abertura al dolor y al goce, sin otro pensamiento que el lanzarse a navegar en lo desconocido a donde nos arroja por igual el amor o el propio verbo.
René ha sido uno de los gestores de la sede de la Biblioteca dominicana de Miami y de su página virtual www.bibliotecadominicana-usa.com Puede hallarse también información sobre él en la página web que tiene su nombre y en lapaginadelcielonaranja.com de la literatura dominicana.
ADRIANA HERRERA T., PERIODISTA. (El Nuevo Herald, 5 de octubre del 2003)
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