De La Música A La Memoria De René

ALEXANDRIA, VA.- El escritor dominicano René Rodríguez Soriano nunca desperdició un vellón puertorriqueño –cinco cheles nuestros– en una vellonera. En realidad, si alguna vez le sedujo el cuerpo venusino de una chica de su pueblo, y cebó con un vellón la vellonera, tendríamos que reputarle el buen uso de la moneda agrisada, brillante y dura con que activábamos en el fonógrafo del bar lo mismo un bolero de Javier Solís, que un merengue de Luis Alberti: ¿Qué demonios activa esa música en la memoria de René? ¡Rompa el que está a su lado! ¡Rompa quienquiera! ¡Rompamos todos! Música, maestro: «Yo sólo bailo bachatas; son muy románticas y llegan hasta el alma… poeta quise ser…»

Hay además en Queda la música, la novela de Rodríguez Soriano que viera la luz en la primavera de este año 2003, un subtítulo recurrente dedicado a un Florentino Ariza del cabaret que busca sin cesar al compás de una canción pretérita el hilillo que seguido de cerca le conduzca al ovillo de una Fermina Daza distante y difusa: «¿Saldría Fermina a caminar conmigo por ahí…?» Sólo que en el subconsciente de Rodríguez Soriano bien podría Florentino estar casado en sociedad y Fermina de farra en farra, de cabaret en cabaret. La voz evocativa, a juzgar por la adjetivación de su prosa, es la de una Fermina despechada que clama por un Florentino bien casado. En ocasiones parecería lo contrario sólo porque a René le interesa la tomadura de pelo para forzarnos a pensar que Fermina podría ser Florentino, y éste aquélla.

Queda la música es de ese modo el poema de un ambiente y de unos personajes que en República Dominicana viviera nuestra generación: «Después, en la universidad, cuando me juntaba con un grupo de escritores comprometidos, de entrada, no quería desnudarme. No tenía textos dedicados al Che ni a Manolo ni a Caamaño ni al tío Ho…» De súbito se marcha Raúl a Nueva York, y encontramos al final de la novela a un Florentino que ha dicho tantas veces que la ama, que ya no sabe si es de ella la sangre que circula por sus venas: ¿Qué sería de mí si no te encuentro?/ ¡Sangre de mis venas!, exclamaría la grácil Millie Quesada con las enguantadas manos al aire y la guiñada de tócame Roque; madre, dile a Roque que no me toque.

El mundo nos cambió de repente en los albores del último decenio del siglo pasado, pero en un arpegio del Caribe lo atrapó René Rodríguez Soriano por testimoniar ante el porvenir lo que vio y vivió. Las semillas liofilizadas de ese ayer se trajo en el bolsillo de la camisa René a la Florida. En la ciudad de Miami labró su huerto y nos devuelve la hortaliza en Queda la música. Justo es que la leamos.

ANGEL GARRIDO, ESCRITOR. Diciembre 2003.