A Piano o A Pincel

Siento que ese tiempo que se fue
no ha sido nunca nuestro
como cuando te miro y no logro
recordar tu cuerpo…

Luis Eduardo Aute

Contenido

Andar de mariposa
Apunte a lápiz
La espuma es la paloma
Rumor de pájaros
Furia de buzo ciego

Apunte a lápiz
Vuelvo a tus ojos y en ellos te dejo
este apunte a lápiz que no dice nada.

Carlos Pellicer

Nebulosa

Oigo ruido como de un avión, intuyo que es la maquinita cortadora del césped, ahí afuera. Se acerca, se va, retorna y vuelve a retornar. No hay otra música por los alrededores, sólo las paredes que se resienten y vibran con el atorrante canto de la podadora. Tampoco sopla brisa, aunque algo leve hace que las hojas del árbol que miro desde mi ventana se balanceen plácidas, suaves, tranquilas como estos dedos míos que hoy están de fiesta, celebran. Casi cantan, suave, quedo; susurran y casi gritan de alegría tan sólo de intuir la cercanía de tu piel, sedienta fuente donde abrevarán su hambre de ti.

Son ellos los que escriben, es bueno que lo sepas. Ya quisiera hacerlo como ellos y, no te miento, me angustio y, finalmente, no tengo otro recurso que seguirlos, mirarlos y agradecer infinitamente, con el alma de ellos, de mis dedos, tus palabras que -no te quepa la menor duda-, desde hace rato se han convertido en uno de los más lustrosos tomos de mi egoteca particular y privada.

Florentino Ariza

Cualquier filigrana, una canción o una pizquita de nada que me remita a su aura, que me hable de ella, me roba el aire. Podría pasarme horas escuchando su voz. Es más, me acomodo, me apoltrono y viajo al plácido remanso de sus piernas que me redimen, cada vez que leo sus letras.

Cuando me escribe hace lo justo, da forma al vaso que me contiene. Era tan gris y absurdo el otro lado del mar antes de que existiera Fermina de ese otro lado. El naranjo florecido era apenas el naranjo florecido, nada más. Ahora, puedo recoger las flores o cantar quedito una canción, y llegar hasta la puerta de su casa en el tiempo preciso en que una flor viaja hasta la alfombra que se forma en el tronco del naranjo.
Pienso en Fermina. La pinto como ella me pinta, como ella me piensa, como ella me escribe. A lápiz o a pincel, a puro pulso, trazo a trazo, latido a latido, voy tallándola en mi piel, tatuándome su ser a todo color, a viva voz.

¿Puedo dibujar un pincel que se pinte a sí mismo y describa o reescriba una muchacha blanca o morena que me suscriba en la melanina de sus dedos, en vilo, sostenido en una sola cerda del pincel de su acuarela?

No se me ocurre nada

Decir que digo y no digo nada. Pensar, pienso todo el tiempo, rondo y giro por los mismos contornos. Contar, no cuento nada que no sean las horas, las que faltan para que se crucen las agujas y se desaten, a manos sueltas, las hélices de la locura, la pasión y el deseo. Soñar, no sueño nada. Apenas duermo, voy por la noche y el día como suicida que se baña en los caudalosos filos de la navaja; sin miedo, con fe, con hambre y con las ganas de vivir todas las muertes que presiento en tus latidos…

¿Ala mía, ala mía, dónde estás?

Ando a trancos por el día, dónde estás, tal vez, no sé, pero tal vez, pienso, siento, que necesito oír tu voz…

Plan de fuga

La historia puede nadar en las afueras de la historia que -como dice Marguerite Duras- sucede por la ausencia de esa historia. Su lenguaje, sin lengua, se baña en las aguas infinitas de la imaginación de un lectora que va a la historia sin prejuicios sin carné de identidad y sin manualito de fórmulas preceptivas, con la espoleta del placer despitonada y suelta. Una lector participativa capaz de construir y destruir todas las historias, todas las leyes y gozar a todo viento la desnudez de un texto que se deja leer por el gozo de gozarlo a toda sed.

La fusión es, debe ser

Tu cuerpo y mi cuerpo, tu alma y mi alma, tus fuerzas y mis fuerzas, tu nombre y mi nombre. O al revés, de una forma simple y sencilla, como tú y yo, dos seres que han decidido unirse, fundirse en uno sólo para ser único, indivisible, monstruosamente grande, loco y feliz. Tal vez, quién sabe, ahí esté la clave anhelada para que esta puerta abierta nos una y podamos encontrarnos cada vez que nos dé la gana en este incierto espacio donde, un loco día, tú o yo dimos con el par que desde hace tiempo nos hacía falta. Ala sin la cual habíamos subsistido el vuelo hasta el instante ni se sabe cómo.

Hace tantos días que no puedo ser yo y decirte cuántas cosas. Sabes, ansío que termine esta semana extraña y absurda que amuralla nuestras voces. La otra, la que viene, qué gigante, qué loca y audaz se presenta. No me puedo contener, no me cabe la alegría dentro del pecho. Me duele, me duele mucho, no me acostumbro a la idea de encontrarte, mi rey, el único, el que inventé en sueños despierta por los más francos pasadizos del ardor y la locura, el hombre de mi vida, el hombre que yo quiero, que no necesita bañarse cada noche en aguabendita, porque es más verdad que el sol y la tierra… pero por favor, no se lo digas nunca. Te amo contra el mar y la distancia, con la fuerza de cien potros galopando a campo traviesa sobre la yaragua humedecida de marzo, con todo el violonchelo de la lluvia a todo viento, a toda luz, todo tú, mi luz, mi sol, mi espina.

¿Sabes una cosa? Partiendo de la más sofisticada filosofía cibaeña en la que soy cum laude, estabas para mí, no hay dudas, porque la pedrada que está para un burro… dobla una esquina y le da.

Antecama

Noche a noche me doy cuenta de que estoy loca. Loca por ti. Y pienso (¿es por eso que las mujeres se ponen tan lindas cuando se enamoran?), voy a verlo pronto, mejor cuido esta piel que se eriza ahora hasta en el obsceno recuento de las veces que me digo por dentro su nombre. Lavo mi pelo, mientras pienso que se acerca la hora del encuentro, mejor cuido estos rizos en los que hundirá su nariz buscando todos los aromas perdidos de años de esperarnos y buscarnos. Y sigo pensando, me pregunto: ¿Cómo tocarme a mí misma como si fueras tú? Siento que soy mar y tu lengua es un río que se desagua en él.

Nadie puede escribir al borde
Te comprendo, y eso que no soy muy comprensiva, que digamos. Lo cierto es que no me quedan dedos para contar las escasas largas horas que nos separan físicamente… métete bien esto en la cabeza: nunca he pensado a nadie con esta locura tan sabrosa y lúdica, sólo a ti (dicho con mi propia voz tuya de decir tu nombre mío) Sé que me quedaré con el poco de cordura que te queda entre mis uñas, entre mis dientes, sé que me quedaré contigo muy adentro de mis cosas y ya nunca, nunca, nunca, nunca podrás salir, nunca más, jamás ni nunca.