Probablemente… Es Virgen, Todavía

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LA VEGA, RD.- Toda puesta en circulación de un libro es de por sí, y para sí, un acto familiar. Un pretexto para la bullanguería o la fiesta, es quizás, la manera más triste y subalterna del brindis porque abriga una muerte menor.

Cuando me avoqué al análisis de los relatos que componen este volumen, pensé en hablar de lo “disímil ante lo electo”, de la extra-textualidad, de la preocupación por la completud, que condujo a Gödel a realizar su famoso teorema sobre “la imposibilidad de construir un sistema dentro del cual todas las afirmaciones verdaderas de la teoría numérica sean teoremas”. Pero este sentido de escribir en estos días, es una postura irresponsable ante el mismo escritor y ante el texto. ¿Por qué ese tanto deambular fuera de la contextualidad? ¿Por qué tanto evadir el goce primigenio de la obra de arte? Tal vez, por el mero hecho de pretender ser moderno, como si esta enfermedad no fuera de misántropos muy antiguos.

Sí, es cierto que el arte de juzgar es un asunto de equilibrio, es un oficio del dios negado al hombre, y es por eso que la pasión será, en esta noche, el vórtice por el que discurran mis palabras ante la escritura de René y Ramón. De no hacerlo estaríamos jugando a la otra especie lateral a la crítica.

La complicidad engendra monstruos admirables

Probablemente es virgen, todavía, es un volumen que reúne varias narraciones de ambos escritores; los cuales, en una suerte de complicidad o contubernio se han puesto de acuerdo con el inocente propósito de asombrarnos.

Este propósito, poco común en la literatura, nos recuerda a los argentinos Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, quienes junto a Silvana Ocampo y María Esther Vázquez creyeron constituir una ingenua asociación de malhechores. Pues eso es la literatura, la historia de unos cuantos nombres propios, afirma el mismo Borges.

Y es que el hombre parece dominio del humor, como actor de la historia de su propio espíritu. Existen ejemplos de la risa; recuerdo, además, otra jeta de esta risa como el poema tri-autoral de Tristan Tzara, Marcel Janko y R. Huelsebeck (L´miral cherche une maisona louer), quienes también quisieron burlarse de ellos mismos.

Y es que estos dos hombres están hechizados por una misma enfermedad: la de asumir la escritura como un juego, pero de manera verdadera, fuera de las “poses”, que sólo sirven para vanidar a maniquíes. Ellos, más que nadie, saben que verse en el espejo (espejo-realidad-vida-escritura) es morirse de la risa. Pues la risa, también mata, pero con su cuchillo de agua.

La risa, en los textos de René y de Ramón, es efecto de la disimilitud y de la concomitancia de la textualidad y de su descripción cuatridimensional: es risa de la muerte. Un acto de habla que ríe conclusivamente, deductivamente; que ríe el intervalo, es un chiste audaz del propio sentido, que da su torsión para la completud, para la comicidad de la referencia, de la intensión / intención de la alusión y de la delución; de la escritura y su génesis; del tiempo y la cultura.

Si la risa se fotografía como un acto de habla no es por presuntuosidad desmedida, sino para buscar cómicamente la verdad, aunque tenga que hacer la negación de la referencia. Olga y Julia desnudas, riéndose frenéticamente de estos dos adolescentes vestidos de corbatas y calzones cortos.

Pues la risa locutora que se disfraza de ilocutora, cuando sabe que se verá “a ciencia cierta” que sólo es risa perlocutora; la risa que da su énfasis o su constatación o su felicidad o infelicidad, o su performatividad, aun en su lumbre paradójica, es una risa altruista que busca una idealidad; pero risa no sólo hace los actos del habla, sino lo trasciende en la propia textualidad.

Y ya cansados de reírnos, vamos a la feminidad (que es otra forma de la risa). Ramón y René están atrapados por una obsesión. La presencia de la mujer en estos textos es el eje axial, el hilo conductor que estrangula y fascina a Olga y Julia (los personajes protagónicos de la mayoría de las narraciones), quienes deambulan ebrias y lúcidas por todo el libro buscando el agonizante placer del licor en ser. Ser mujer-amor-terror o acaso ser mujer fálica, como reza en el epígrafe: “Era la más bella entre todos los hombres y el más apuesto entre todas las mujeres”.

El libro es de ustedes, haced con él y con la noche lo que más les plazca.

PASTOR DE MOYA, Premio Nacional de Cuento. (Presentación del libro en Casa de la Cultura Vegana, octubre 1993)