René Rodríguez Soriano. No Es Lo Mismo Ni Es Igual

Siempre que suene esta canción, será domingo en nuestras vidas.»

René Rodríguez Soriano es, desde hace rato, una de las voces narrativas más importantes de la literatura dominicana que se construye desde hace dos decenios. Eso no suele decirse con frecuencia en algunos círculos donde se sigue pensando que son dos o cuatro los únicos creadores importantes en nuestra narrativa. Pero es así y el tiempo deberá imponer su juicio definitivo.

Hay tres aspectos que nos permiten configurar esta apreciación crítica. Primero: Rodríguez Soriano se ha manejado con un instrumental fictivo propio, alejado de cánones en uso, ni psicologista, ni costumbrista, ni realista, ni citadino. El proceso de la ficción nace en una individualidad impulsada por el trasfondo autobiográfico, al través del cual se interrelacionan los elementos del discurso narrativo con sus rasgos distintivos, desde un tiempo que se ordena en función de secuencias donde los actores vitalizan y organizan las historias. Este tipo de ficción no aparece en la cuentística dominicana, no tiene precedentes ni maestros porque Rodríguez Soriano bebió indudablemente en otras esencias ajenas a nuestra literariedad y empujó sus fantasmas por otras pendientes.

Segundo: como recuerda Mieke Bal en «Teoría de la Narrativa» (Cátedra, 3�. Edic.1990): «Un texto narrativo es una historia que se cuenta con lenguaje; esto es, que se convierte en signos lingüísticos». El lenguaje de Rodríguez Soriano tiene sus propias argucias y sus propias leyes. Se fundamenta en un juego de imágenes y sucesos en los cuales el «portavoz ficticio» que es el narrador, asume la categorización de su propio decir mediante una estrategia discursiva donde resalta la creación ficcionante y el corpus textual propiamente hablando que la domina y ejemplariza.

Tercero: Aunque la narrativa de Rodríguez Soriano no se concibe para el emplazamiento de teorías organizadoras del cuerpo fictivo, ni es una cuentística de tesis, el formato junto al lenguaje de la obra formulan una uniformidad que singulariza a esta voz narrativa, homologa una intención de individualización del acto narrativo dentro de nuestras letras. Aunque pueda ser válida la apreciación de Roland Barthes de que todos los textos narrativos se basan en un modelo común, debe considerarse que la interconexión entre la estructura textual (la fabulación en sí y su entorno creador) y la construcción lingüística (el cuerpo de frases y el ordenamiento de la expresión narrativa) otorgan una cualidad distintiva reconocible a la obra de este autor.

…y descubrí que existe esta mujer que desde hace tiempo llena mis domingos de magia y perfume.

En La radio y otros boleros, su libro de relatos más reciente, Rodríguez Soriano plantea un juego con la historia y los remanentes de la memoria. En los trece cuentos que forman el libro -el trece es un número mágico en la obra de este autor- el acontecimiento protagónico es el recuerdo. La transición que se produce entre este fenómeno memorioso y los elementos que lo configuran, produce un estado de alerta en el lector, interesado éste en conectarse con la historia que se le cuenta.

En «La radio», el primer relato del grupo, el proceso que la memoria acarrea permite descubrir sucesos que marcaron épocas pretéritas cuando este importante instrumento marcó la cotidianidad, pero al mismo tiempo elabora un desarrollo de situaciones históricas, por decirlo de algún modo, que al objeto -hablando en primer persona- le sirven de referencial autobiográfico.

Los otros relatos fijan esa transición desde otras vertientes del mismo acontecimiento individual, personal. El bolero es en este entramado un suceso de la realidad lógica, en tanto forma el sustrato de la imaginación misma. Es lo que el mismo Barthes llamaba los «acontecimientos funcionales» y los «no funcionales». Funcionales en tanto eligen una posibilidad real y no funcionales cuando revelan resultados no reales. Ese es al fin, el juego de la ficción que Rodríguez Soriano maneja con fortaleza, destreza y precisión.
Entrar a los relatos de este autor supone un viaje por zonas que uno entiende propias, reconocibles, y que armonizan con una acción lúdica que los hacen entrañables. De aquí la importancia de este narrador, dueño de una narrativa consistente que ha ido fortaleciéndose con los años, creando una calidad que lo distingue frente al resto de los narradores trascendentes de nuestra historia literaria.

Hay cuentos memorables en la narrativa de Rodríguez Soriano. Pero, el conjunto de este libro nos permite señalar que estamos frente a su más importante reunión de relatos. No está Julia, pero nace Josefina, de quien se afirma que «Todas las mujeres quisieran ser ella». Y está Laura, y Claudia que regresa, y esa breve, por ahora, Lucía «de amapolas y madreselvas». Rodríguez Soriano es un autor atacado felizmente por las hembras triunfantes, que son el señuelo de sus requiebros transportados a la página como inolvidables osadías del hecho y del decir. No importa que existan o no, él las imagina y describe para que sus lectores las podamos encontrar cualquier día al doblar de la esquina o en el pleno centro de nuestras mejores fantasías.

El narrador tiene otras distinciones en su ejercicio. Escruta lo biográfico para patentizar la ficción y extender el juego lúdico. Por eso, son frecuentes las designaciones de amigos y momentos propios. Además, hace su propia saga simbólica y no abandona sus claves: San José del Puerto, Los Beatles, El club del clan, Efraín Huerta, y más reciente, Italia que es una geografía que lo obsesiona.

Finalmente, es el único narrador dominicano que con frecuencia titula sus relatos en inglés, porque la memoria también es canción, entablando una relación biunívoca con el texto (And I love her, Killing me softly, All those born with wings, Lucy in the Sky with Diamonds).

En fin, un autor que no es lo mismo ni es igual. Un narrador invicto con el que ya no debieran jugar más las malas antologías, porque hace rato que se ganó un puesto de honor en nuestra narrativa. (En este libro sugiero leer y releer: «La radio», «And I love her» y, «Cuando llegues, ponlo en «play» y adiós…»).

JOSÉ RAFAEL LANTIGUA, Premio Nacional de Ensayo, RD. (Biblioteca, Ultima Hora, 1996. Santo Domingo, RD)