El Duende Eres Tú, René

…por el contrario, junto contigo le doy
un aplauso al placer y al amor.
Pedro Flores

Quien ha oído boleros desde que nació, como yo, encuentra en René Rodríguez Soriano y su libro La radio y otros boleros, una afinidad especial y llena de confianza. Un conocerse desde hace muchos años, una amistad vieja, con apenas cruzar unas cuantas palabras. Esto lo concede el bolero. René también ha escuchado y vivido el bolero, porque de no ser así, es imposible que escriba un libro en torno a él, porque el bolero no se estudia, ni se analiza, el bolero se vive.

El bolero es un género especial que aproxima, que evade rencores, sabe a guitarra, a vasos en el piso, a coros desafinados, pero alegres y hasta gloriosos. El bolero es el alma de fiestas donde comienzas a pedir temas y luego ya cantas, es mágico y maestro el bolero y al final, te tienen que sacar, porque ya el sitio está cerrado, pero te marchas feliz, engrandecido y eso no tiene precio, porque el bolero redime.

René ha vivido esas historia, ha repasado las verdades y amarguras de siempre que narran los boleros de ayer, esos que no fueron escritos por encargo. Ha insertado en cada palmo de su vida una frase, una melodía, un tararear el bolero. Nunca me lo ha dicho, pero es así. Es imposible interactuar con el bolero desde fuera, hay que entrar en él y dejarse llevar por sus pasiones y arrebatos.

Por lo demás, él sabe combinar la imaginería con el entorno de los años gloriosos del bolero, inserta el bolero en la cotidianidad de su cuento y devuelve recuerdos, esos que evocamos con los programas de música del ayer con los amigos, con el pensamiento que huye en la humedad de un ayer que se recrea en un bolero.

Con La radio y otros boleros, a veces nos sentimos detenidos en el recuerdo, y es constante la sensación del vaivén agradable y cadencioso que ofrecen sus relatos que encierran una relación entre sí, aunque cada uno tiene su personalidad y sentido propio, narrados en un lenguaje moderno, pero cuidadoso, sin caer en términos vulgares o prosaicos.

Precisamente esta noche fría de sábado de enero me había quedado cautiva, tras la invitación a la lectura que me hizo la foto de Blanca Rosa Gil en la portada del libro de René, sugerente y convincente, como un bolero. Tras el inicio, no es posible detener la lectura y dejar de estar en ese mundo cotidiano para el lector, pero presentado de una forma fabulosa que nos recrea maneras conocidas, historias ya viejas y nos las narra como nuevas, de ahí su manera tan exquisita de atraparnos. Así, podemos ver en “All Tose Born with Wings”, cuando dice: “Quisiera retener tu ausencia entre mis uñas. Te estoy llamando y justo ahora entras, cadenciosa y austera. En puntas, bailarina de mis sueños, me empapas, me demudas. Me entras y me sacas de la ficción con tu deseo. Quisiera tener alas…”

René nos alienta cuando plantea cuestiones que a todos nos suceden, dudas y pareceres que nos asaltan, cuando nos deja entrever su afición por los trabajos de Efraín Huerta o cuando nos muestra su algarabía por “Una muchacha llamada Josefina, cuando expresa: “…andamos todos desarticulados, embriagados con el aroma salvaje que dejó perdido en los rincones. Desparramó tinta invisible en unos documentos confidenciales que Armanda guardaba en sus archivos. Es increíble, le arrancó la fecha de hoy a mi calendario. Acabo de saber también que ayer pasó por la televisión y la dejó en blanco y negro. Se llevó todos los demás colores. La radio suena opaca, ¿no será que se ha quedado con los agudos y el brillo?”

Esta muchacha, Josefina, encierra una narración cargada de irrealidades tan reales, mostrando que todavía queda gente capaz de observar cualidades valiosas y espontáneas que marcan el sello personal de cada ser humano. René, también, encuentra espacio para el desacierto ante el recuerdo de la mujer que ya se fue o la que no está o no se sabe dónde está y su particular nostalgia por los tiempos idos.

Pero, sobre todo, hay una constante en los cuentos de René Rodríguez Soriano, hay una danza que se oculta en cada uno de sus cuentos. Quizás por eso me sienta maravillada por su escritura, de manera especial. Hay una bailarina que danza entre cada uno de estos cuentos, que quizás es quien da la ilación, que tira las zapatillas por ahí y va dejando su rastro, su paso, su estilo, su historia descubierta por el escritor.

Pero el propio escritor es quien se rinde ante ella y no puede evitar mantener su presencia en cada uno de sus trabajos. Mas es ella, que asalta tu espacio y se instala en cada uno de tus cuentos.

El duende eres tú… René.

LUISA REBECCA, PERIODISTA. (La Información, Santiago de Los Caballeros,RD. 4 de marzo de 1997)