Dos Decenios En Caja De Pandora, Sumergiéndonos

René Rodríguez Soriano en el ascensor que se detuvo.

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Puede ser la reminiscencia de una antigua insistencia en el estudio de la historia, pero, cómo olvidar las fechas, los años.

En nuestro devenir social el tiempo ha adquirido la estatura de sujeto.

Puede ser el fantasma del situado, esa larga espera por el oxígeno económico en el siglo XVII y sus noticias del otro mundo, el que allende los mares y en tierra firme constituía el mundo, la modernidad.

De ahí la constitución de un reloj particular, de un sentido de época que se autopropulsaba en lo nacional y que siempre se sentía descompasado en relación a lo contemporáneo.

No sólo es un problema de correos. Nos sentimos aislados, tanto porque estados separados como constituidos en Isla.

Esa sensación de que llegamos tarde forma ya parte de nuestro ethos.

Para que en Santo Domingo plantara tiendas el modernismo no valió la íntima relación de Fabio Fiallo con Rubén Darío, teniendo que esperar a los poetas petromacorisanos del primer cuarto de siglo, en un contexto de formalización del Estado nacional con todas sus consecuencias, entre las cuales para lo que nos interesa está el agotamiento del folkromanticismo en poetas tan diseminados como José Joaquín Pérez y Juan Antonio Alix.

Lo mismo con el cohete chino que significó el vedrinismo de Otilio Vigil Díaz y su tardío alumno Zacarìas Espinal. Pasaría más de medio siglo y la experiencia concretista brasileña para que en estos lares cobrara vigencia histórica la experimentación mallarmeana con el espacio físico del poema.

Mal de siglo o de siglos, dirán algunos. Pensamos que es uno de los fundamentos de nuestro ritmo, no arritmia necesariamente, como han expresado algunos reproductores de la conciencia dependentista de los años 60, y que suponemos limitada dada la orientación determinista de lo externo a lo interno que supone.

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Arribamos a partir de estas premisas a la última obra –y a nuestro parecer la más conclusiva– de René Rodríguez Soriano, Muestra gratis (1986).

Retomando los elementos dominicanizables de la cultura pop norteamericana de los años 60 y la crisis de valores natural a la misma, en este texto se entretejen las líneas más generales de la producción poética de este autor a lo largo de casi diez años, los cuales contienen la publicación de Raíces con dos comienzos y un final (1977), Textos destetados a destiempo con sabor de tiempo y de canción (1979) y Canciones rosa para una niña gris metal (1983).

Muestra gratis tiene una estructura jazzística. El sujeto que escribe es el resorte esencial desde mediaciones que van desde la infancia a la adultez.

Tono conversacional, autoconfesivo, en voz baja, como si se hubiese salido de una manifestación y aún suenan como tambores en el oído las grandes disertaciones.

René Rodríguez Soriano es uno de los más significativos representantes de la poesía dominicana propiamente años 70.

Si nos vamos a lo generacional con todos los puntos suspensivos que implicaría ello su escritura se aplicaría a la historicidad, no a la disertación ceremonial. Su estilo es unitario y explorador de un universo simbólico que ha marcado la elaboración poética de esos años: la publicidad.

Sucedáneo del otro René en la decantación de las implicaciones de estos nuevos códigos, este René lo asume con menos mordacidad y con más sentido de las costumbres, como si el mismo haya tomado carta de nacionalidad y se natural, no constituyendo como en el caso del autor de El viento frío este Otro acusativo, cuestionante.

Este es uno de los ítems que separa estas dos hornadas de escritores, lo que representa lo publicitario y que momentáneamente ubicaríamos en 1972.

En este año un hecho trágico y una actitud de Estado sesgan dos épocas: la muerte en accidente automovilístico de René del Risco y el inicio del Estado Benefactor balaguerista.

Desactivado el movimiento revolucionario de la pos-guerra y su intelectualidad orgánica, los que no han dejado las letras –como Miguel Alfonseca– se han integrado a los aparatos ideológicos y desde una ciudadela, la Universidad Autónoma de Santo Domingo, han interiorizado los reduccionismos literarios propios del Foro de Yenan y los planteamientos zhadonavianos.

Quienes surgieron alrededor de 1972 no constituyeron frentes literarios a partir de corrientes políticas formales, como había acontecido en el segundo lustro de los 60.

Informales en su relación con los partidos aunque mayoritariamente ligados, esta nueva promoción surgid cuando a nivel de la sociedad civil se generaba una valorización capitalista de la fuerza de trabajo intelectual.

En el ojo de este huracán que soplaba estaba la publicidad como una práctica que unía lo literario directamente a la legitimación de lo establecido.

De los prometéicos de la post-guerra que como tales sufrieron las embestidas del Orden que represivamente se ordenaba, lo que comienza en 1972 y llega a 18978 para después tomar nuevos tintes es la hornada de los minotauros.

Había una escisión en el cuerpo, entre el “ganarse la vida o el sustento” como el territorio de bestias que es el de las letras, y el ser sujetos contestatarios a lo que se hace con la mano.

un montón de poemas sin manchas vendo

alquilo empeño leche cortada y pan recién

ordeñado del horno que no vendo

porque no enfría a prueba de agua y golpes

de estado natural vendo una radio

una linterna gris

y dos visiones de neruda confieso

que he vivido

y tres crepúsculos con mis

anotaciones mi estulticia toda está en subasta

llame en seguida

o cambie de canal

(Vendo)

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La escritura como trasunto de vivencias y proyecciones, lo que se anhela, se pierde y lo que mínimamente se conquista.

El sujeto/René que se describe está lleno de territorios, henchido de objetos, saturado de mediaciones táctiles en los cuales está la evidencia de haber alcanzado un estatus en la medida en que posee, en que tiene.

Como contrapartida está ese flujo que quiere desterritorializar, como dirían Deleuze/Guattari. Cuadro de abundancia en una cosificación que se vertebra a partir de los significantes.

El sujeto que se plantea a sí mismo está en la distancia rural de Raíces bucólicamente dispuesto a la evocación de hechos en los que él mismo no está involucrado sino es como público vidente. Entre ese niño que se escribe en los poemas y el conjunto de relaciones que establece con la familia y las autoridades campesinas no hay un verbo, una acción, ni siquiera una narración. Sí una afluencia de gentes que mínimamente poseen y/o que están desorbitados en un mágico que es tal en la medida en que está determinado o puede estarlo por la naturaleza.

Es como saltar de un solitario león de Henri Rousseau incrustado en un reloj derretido de Dalí a un collage de Jasper Jones.

A pesar de que no hay una crónica propiamente dicha, en la medianía juvenil lo que está es el exterior exteriorizando al individuo, los valores de la cultura pop, desde la Marilyn hasta la Joplin y Jimi Hendrix, lo dionisiaco pero también lo apolíneo, el mundo del rock, los Beatles.

La moto y la esquina son constantes denotativas de lo lúdico, puntos de referencia donde la socializad primaria se valoriza y se conforma.

Si para la country music y todo el movimiento cool de los 60 la carretera de Dylan se convirtió en el puente que salvaba de la familiarización oclusiva y de la territorialización de todos los espacios existenciales, permitiendo una soledad constructiva y una solidaridad intergeneracional, porque aparentemente se tenía que ser uno mismo, en René Rodríguez Soriano la carretera es la esquina.

Las posibilidades de grandes distancias se han limitado por los nuevos roles a cumplir, por esas nuevas palabras que obligarán a otro nivel de referencia.

Aquí se detecta un verbalizar con un sentido explícitamente bíblico: la palabra como demiurgo y espectro solar a partir del cual nacen los colores.

En Muestra gratis lo dominante es la necesidad de socialización con todos los balances de pérdida y contriciones que ello integra.

El espacio histórico que se ha pensado es el de los 60 y 70. Y se ha pensado unitariamente, casi conclusivamente, como si fuese la puerta que se cierra sobre los sentidos de una época.

Con Muestra gratis se ha reconstruido el avatar de una Era Beat que en su momento no se pensó, y en la que hasta se llegó a prohibir la exhibición de Let it Be en la UASD. A la vuelta de veinte años llegan y se establecen estos valores de una manera testamentaria por no decir panegírica.

Es la prueba de que en nuestro caso, en la relación sociedad/literatura, no hay una relación de causa efecto, aparte de evidenciar lo que funcionalmente denominaríamos cultura de la nostalgia como constante de la producción textual.

Los que generacionalmente han acompañado a René Rodríguez Soriano y han logrado trascender la anécdota, o no han publicado textos –como Aquiles Julián– o se han quedado mediatizados por lo publicitario, como es el caso de Pedropablofernàndez, para no mencionar a Raúl Bartolomé y su poesía gastronómica.

De los otros, qué decir: Juan Freddy Armando aún no encuentra una línea particular, yendo de Borges a Whitman y a veces pasando por los místicos orientales, Tomás Castro, un rezagado de los 70 continúa en una poseía tipo Premio Siboney.

De común en todos estos poetas, está el jingle, el efectismo, la predominancia de un mercado de consumo en la proyección escritural y de hecho una retirada de la crisis que hoy en día norma, agrietadamente, nuestra formación económico-social.

Si inventariamos mínimamente lo que ha sido en estos años la producción de estos poetas encontraremos el erotismo y maravilloso mundo de la magia o el horóscopo.

Muestra gratis se dispara contra esa tendencia, completa el círculo temático y estilístico de la línea Renesiana, y creemos que este disparo será el último: ya la caja de Pandora se abrió, salieron veinte años en los cuales hemos estado sumergidos, y hemos salido a partir del último canto del cisne. René Rodríguez Soriano llegó en el último ascensor de los 70.

El ascensor se ha detenido.

¡Hasta nunca!

MIGUEL D. MENA, ESCRITOR. (El Nuevo Diario. 28 de marzo de 1986. Santo Domingo, RD)