La Noche De La Iguana

La noche de la iguana

Imagino que ha de existir en el mundo siquiera un poco de dignidad caimana

Contraviniendo normas y principios de buena vecindad, establecidos unilateralmente por el hombre, esta semana en la Florida un bebé caimán optó por conmemorar como todo gran señor el «Memorial Day». Obviamente, los propietarios de la residencia no fueron de igual opinión. No estaba dentro de sus planes compartir con un desconocido las frescas aguas de la piscina que, con tanto empeño y anticipación, habían clorificado y preparado para refrescar su asueto.

El planeta es de todos, vociferaba sorda entre un spot y el otro la ciega pantalla del televisor mientras esperaba el momento en que el presidente de la nación más poderosa, frente a la tumba del soldado desconocido, hablara de igualdad y de justicia. En Kirkuk, Darfur, Puerto Príncipe y La Paz, centenares de miles de aguerridos y anónimos seres hacen méritos cada día por engrosar la inútil e insufrible lista de héroes y mártires por la paz del mundo

Ajenos a las noticias y a la manipulación de sentimientos y conciencia, los cocodrilos y caimanes habrán de consentir en pantanos y arenales que, trozos de un mismo pastel, la guerra y la paz, que tanto friegan y acarician indignatarios y su-ministros, indigestan de igual forma. A fuego y metralla han dado cuenta hasta la enésima generación del Ave Fénix. El agua, el agua, escasa y necesaria es la causante de la muerte de más 5,000 mil niños cada día, según destaca la UNICEF.

Un par de anónimos, serviciales y bien alimentados miembros de la policía de la ciudad cazaron a la inocente fierecilla para devolverla a su hábitat. Cada oveja con su pareja, con gran autoridad y porte, sentenció el más parlanchín de la dupla de ajustados oficiales. En tanto, el mozalbete, ignorante de todo y de todos, jugueteaba en la red ante los embelesados ojos de las cámaras del noticiero de las cinco. Qué aparatosa y complicada vida han de llevar estos seres, pensaría el pichón de lagarto frente al corre corre de agentes y mirones. Él sólo quería nadar, seguro que, por nada del mundo, se arriesgaría a meterle el diente a un asado tan artificiosamente sazonado y ahumado.

Imagino que ha de existir en el mundo siquiera un poco de dignidad caimana. La misma con la que se debaten ante la felpa incierta de la noche los únicos cinco ejemplares vivos de la legendaria iguana azul de Gran Caimán, seriamente amenazada con desaparecer desde la llegada de las avanzadas de la civilización, hará apenas unos 300 años, con sus perros y sus gatos.

El Caribe 4 de junio de 2005