¡La miseria o la vida!

¡La miseria o la vida!

«Los sociólogos hablan miserablemente, y los miserables comienzan a expresarse sociológicamente.» J. Baudrillard

En un ayer remoto no era extraño ver y oír, en las series de la tele o el cine, a un truhán cuando asaltaba a otro para pedirle «la bolsa o la vida». Hoy no sucede así. La premonición de Borges se ha cumplido y nuestras imágenes, en los espejos, están imitándonos cada vez menos. La realidad ha sido expulsada de la realidad.

Sólo la tecnología sigue tal vez uniendo los fragmentos dispersos de lo real. No somos otra cosa que la pasión de la ilusión, algo que según Baudrillard es más fuerte que el sexo o la felicidad.

Los políticos y los mercadólogos nos manipulan a través del estímulo de los afectos más bajos: la compasión y repulsión hacia uno mismo (los colores de Benetton, la publicidad burda y odiosa de los cada vez más frecuentes torneos electorales), bajo el entendido de que la gobernabilidad se sustenta en la imbecilidad colectiva: tu imbecilidad y tu resentimiento nos interesan.

Todo esto bajo la piel de oveja de que están interesados en refrendar esos males, realmente creados por ellos mismos y sus patriarcas. Hoy se seduce gracias al preservativo.

Estamos ante la presencia de un crimen que puede existir o no existir, como la realidad o este texto, un crimen perfecto. ¿El terrorismo contra el terrorismo, acaso?

En último término, el asesino y la víctima son una misma persona. En cambio, ahora el mundo anda fuera de nuestro control y pasamos a ser pensados por el objeto, somos víctimas fascinadas, distraídas, irresponsables y enervadas.

No estamos conscientes de lo que queremos, pero sí sabemos qué no queremos.

En el hoy más cercano, puedo encender una de las tantas pantallas y ver a cualquier señor denostando a sanguinarios malandrines, en un espacio sustentado por honorables empresarios de la industria armamentista o farmacéutica; puedo oír a un empresario político (político empresario, lo mismo da), decir que tal o cual no hizo, hizo o dejó de hacer o decir tales o cuales cosas. y le doy «up» o «down» a la cajita y sigo adelante,  viendo a viejos que se empeñan en querer ser siendo ridículamente jóvenes y. apago la pantalla, miro a mi alrededor, cerca, lejos y pienso que: «si el sistema fracasa en ser todo, no quedará nada. Si el pensamiento fracasa en no ser nada, quedará algo…»

En fin, que por nada, absolutamente por nada y, aunque no podamos entender la esencia del mundo, quizás mediante el «crimen perfecto» , accedamos a los medios para desentrañar, tal vez, lo que ni nos interese desentrañar.

Sabado 29 de enero del 2005 El Caribe