Happy End

Happy end

Compre, rente, adquiera, lleve, mañana ya será tarde y este estilo habrá pasado

Te vendo una esperanza, dicen ellos y penetran a la fuerza. Casi te atropellan. Sara, acabada de salir de la cama, yendo como loca por la casa, con la más transparente de sus batas -la que te vuelve loco-, hace otro tanto con ellos, que ya andan por los otros aposentos, propalando sus consignas: compre, rente, adquiera, lleve, aproveche usted la oferta, por muy poco usted se amuebla, la casa y el alma entera. Y los miras, y miras a Sara y a Paúl y a Laura. Vuelves a mirar a Sara, la miras bien y, en cierto modo, le pides, le ruegas, le clamas para que sea paciente y no explote como sólo ella sabe hacerlo. Por el precio ni se ocupe, estamos haciendo espacio. Ves a uno de ellos cuando empuja tu viejo sillón y Sara que se le para enfrente y mira a una de ellas cuando puso proa hacia la chifonier de abuelita Luisa, sólo la mira, con eso se lo dice todo, ella lo entiende y se retrae.
Dentro de quince o veinte días tendrás que andarte escondiendo, cuando vengan los cobradores y se sienten en la sala y haya que brindarles café y ponerles conversaciones de política, de béisbol, baloncesto, sobre los partidos y la jodienda de la sociedad civil; los curas, el cardenal y los militares, el enriquecimiento ilícito, el cambio mongólico de un funcionario que se maquilla, se pinta las uñas, se arregla con mil afeites y retoques afeminados y cursis.
Ahora, tú sin trabajo; te recriminas te echas en cara tu falta de carácter. No sabes poner a nadie en su puesto. Sara cargando con todo… ellos ahí, porque son tus amigos, del templo, del club, quién sabe de dónde, con su compre, rente, adquiera, lleve, mañana ya será tarde y este estilo habrá pasado. Vuelva otro día, hermano -le dices- cójalo sin inicial, la mensualidad no importa. Firme letras, no se apure. Y Paúl, entusiasmado con la proximidad del Playstation, Laura y su Cinemaster 20 pulgadas, la oportunidad soñada. Aquí tiene un kilométrico.
Pero ya Sara no aguanta más. Te lo enrostra, te suelta las mil diabluras que le amargan la bilis. El partido, tu partido y tus amigos. Tantos años bregando abajo para subir a tu líder, tantas hambrunas y persecuciones, tanto penar y tantas ausencias por los trabajos, por el partido, por la patria, por la liberación y ahora tú, ausente, lejano. El poder y el partido.  Hablando, pontificando y reunido cada día, todavía.  Y ahora esto, ellos, compre, rente, adquiera lleve. Aproveche usted la ganga que, a la larga, a quien no compra, lo compran.

Sabado 6 de noviembre del 2004 El Caribe