Azar Del Azogue
mayo 14, 2015Azar del azogue
Hay quienes piensan que, mientras Dios bosteza, los ejércitos del mundo se aprovechan para derrocar el orbe.
Mientras la naturaleza se derrama furiosa en agua y vientos por el Caribe, el mundo se desangra por los cuatro costados. Como el vaso de Tántalo, el terror sigue vaciándose sobre la conciencia de la humanidad. Empantanados en una «glíglica» monserga -indignatarios y atorrantes, ferozmente armados-, nos aborregan y conducen por los más sórdidos albañales. ¿Quién nos protegerá de los que nos protegen? Subiendo y bajando de categoría, en una competencia desenfrenada, los huracanes y las tormentas tropicales se desplazan sobre la endeble anatomía de las islas y algunas poblaciones de las costas continentales. Soberbios, bravucones y enceguecidos, infantes, mercenarios e insensatos; se baten y se abaten sobre la piel del mundo, lacerándola donde más le duele. ¿Quién recogerá la primera piedra? ¿Quién, como pedrada ardiente, lanzará la primera palabra para detener este diálogo de sordos que nos aturde y aniquila aceleradamente cada día?
Un bicho raro, emparentado con «quiensabequé» demonios roe y corroe el alma humana, deshojando sin piedad la rosa de los vientos. Una acerada piedrita hace diabluras en el zapato de la humanidad, no hay cántaros para contener más lágrimas. Más que el mal, el remedio ha resultado catastrófico. Huero deviene el axioma de que al mal hay que dar maldad. Hay quienes piensan que, mientras Dios bosteza, los ejércitos del mundo se aprovechan para derrocar el orbe. Los huracanes del Caribe siembran tanto pánico y tanta desolación como los ejércitos. Los de las naciones civilizadas y los otros. La diferencia es que los huracanes no tienen madres ni hijos ni hermanos ni a quien dolerles. Y, mientras los soldados estudian y aprenden fórmulas para manejar armas para salvar vidas, los vientos y las aguas se derraman a pecho abierto con su fuerza bruta. La misma con la que se imponen los ejércitos para defender sus causas y ofender las de los otros. ¿Razón de la sinrazón?
Premonitorio Borges, una vez más, se sale con la suya. Cada día las figuras en los espejos nos imitan menos. Fuera de madre las fieras destrozan el azogue, la transparencia y la dignidad del mundo. El agua lava y limpia los humores, los olores y acrecienta los temores. El viento peina los cocotales, transporta los rumores del mar y del bosque, y resquebraja cuanta débil estructura encuentra a su paso. En cambio el hombre, aunque no haya sido el inventor del fuego y del terror, deriva en su más hábil manipulador.
Sabado 11 de septiembre del 2004 El Caribe
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