A Orillas De Un Pomar

A orillas de un pomar

Un ave o pez sin pólvora en sus entrañas, canto en ristre, incendiará la injuria y misoginia camufladas

Antes todo era distinto, tan sin pisadas, la vida no era más que Cepi Cepi, vengan todos, les queremos presentar: El gran show de las dos” y “en su tanda habitual” de las ocho y treinta, el inmejorable cine Inés vestía su panorámica pantalla para presentar la extraordinaria, monumental, gigantesca, fantástica y emocionante película “Al maestro con cariño”, o una de acción y cajeta… qué sé yo, con Sean Connery o Guido La Verona, diría Miguel Abréu que había dicho el agudo de don Blas. Las calles sonreían a sol batiente, y la luz del día era de los niños que la prestaban a la sonrisa enjabonada de los gringos. Cuando llegaron las águilas… todo cambió, no hubo ya ayeres ni montañas ni ríos ni noches calle arriba y calle abajo; se permutó el color de las brisas; llegó la cama temprana… todo cambió; y cuando pedimos Cepi Cepi nos dieron al Diablón.

Todo se tornó tan verde olivo, tan muchos ramos, y descosidos cantos mañaneros; cuando pedimos pan, nos dieron botas al trasero, cuando protestamos, nos cerraron los candados y los ojos… todo cambió, las aves temerosas de las águilas volaron con nuestras ilusiones de muchachos, se llevaron las guitarras, mimeógrafos y tambores, sin banda municipal y sin retreta. Las flores, temblorosas, se asomaban a las ventanas, y se ocultaban despavoridas con el canto salobre de las águilas… y todo fue no hacer más cuentos en el parque, ni “bobo, bobó no seas tan bobó”, cantaba Lucecita en El gran show con el dinámico Darío “Antooonio Medraaaano”.

En la cancha, la bola jamás trató de alzarse un metro sobre el suelo, para no ofender el aire inmaculado, cristiano y bienaventurado, divino de las águilas. Entonces fuimos al pley, y nos brindaron sus garras santificadas sean sus uñas amén;  se cantaron las odas para antes y junto al odio… y allí todo empezó, las tardes ya no fueron más tardes. Los niños, mimos de palo con fusiles, se tornaron águilas de sueño adormecido, entonaron cantos salobres, y con alas, desplumadas de conciencia, se lanzaron a las calles, desgarrándolas. Las águilas nos quitaron a los niños, las sonrisas y, si hacemos presupuesto, sólo miedo en los zapatos nos dejaron. Todo cambió cuando llegaron las águilas, nosotros ya no fuimos nosotros, ni hubo más pomos ni escaramuzas por las cuencas del Pantuflas… mas cuentan que de las aguas, o del centro mismo del pinar, un ave o pez sin pólvora en sus entrañas, canto en ristre, incendiará la injuria y misoginia camufladas, y no habrá más cacería.

Sabado 12 de marzo del 2005 actualizado el viernes 11 de marzo del 2 El Caribe