Tantalia Única
mayo 13, 2015Tantalia única
Buscando «el ángel» -que denunciara Sabato- pudiera ser que diéramos con «la bestia»
El gusano de Kafka anda suelto en estos días por los predios del mundo. El gigantismo burocrático, en beneficio del utilitarismo, nos ha convertido en burdas entelequias con apenas tiempo para hacerle «upgrades» al juguete o artefacto que, con marcado retraso, habrá de salir mañana. Nosotros mismos somos piezas de recambio, la ciencia, con paciencia, ha pasado a cerrar filas al lado de los grandes fabricantes, que lo dosifican todo. Obsoletizándolo en aras del progreso.
Ya, desde principios del siglo XIX, el poeta William Blake, lanzaba la voz de alerta sobre las consecuencias funestas de la imposición de la «visión única y el sueño de Newton». Tanto él, con su denuncia de los «dark satanic mills», como su tocayo, William Woodsworth, veían venir la repetitiva y represiva participación del intelecto en la alteración de la belleza de las formas («We murder to dissect»). Vivimos la era de lo estándar, la imaginación no es pieza que encaje ni se amolde al diseño en serie, a la imagen de marca que propalan y defienden las cientos de miles de pantallas y pancartas que arropan todo el orbe, apocándolo; masificando y mansificando un ganado que compra, rumia y casi nunca se rebela.
Tanto para el funcionario de tercera o segunda categoría, como para el atildado gerente, las cosas son lo que aparentan… y el resto, confían que lo consigna el reglamento, que todo lo contiene y justifica. Si la mitad es mayor que el todo, si el sol sale para todos y la Tierra se está secando, no es más que un absurdo disco repetido. Estamos programados para actuar en consonancia con la programación previamente estipulada. Viajamos de un lado a otro, para sufrir -tan pronto llegamos-, el karma camaleón que en cada punto tiene otro matiz, pero es el mismo, trino y único: la indiferencia, la disolución o lo que comúnmente se conoce como pérdida de la individualidad, inversión de valores, estandarización o idiotización colectiva.
Buscando «el ángel» -que denunciara Sabato- pudiera ser que diéramos con «la bestia». Por ello, no diseco, escribo. Describo, anuncio, me pronuncio y denuncio; presto mi ojo o mi ventana para que -a través de ella, no con ella- veamos más allá de donde la burocracia chata y lironda nos permite y remite. Con júbilo enarbolo mis torpes alegatos contra los conocimientos generales, es mi visión libérrima y particular de salir al sol a plena medianoche.
A Susana Soriano, in memoriam.
Sabado 27 de noviembre del 2004 El Caribe
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