Plan De Fuga de René Rodríguez Soriano
mayo 8, 2015La historia no es el vaso ebrio que nunca la contiene
ni es la espuma ni es la sal ni el líquido
o el gas que uno destila.
[Queda la Música. René Rodríguez Soriano. 2003]
Santiago de los Caballeros, RD.- He aquí la misteriosa huida, la del agua que discurre y nos deja, vibrante, el pez entre las manos. La huida delirante del jazzista o de la droga {que a la postre es la misma}. La eterna pretensión de completud de todo artista.
El acto iniciàtico y propiciatorio de toda literatura auténtica es la fuga para el canon Deleuziano. Y la de uno de sus preferentes y admirables monstruos, D. H. Lawrence, siempre fue la de: “salir, salir, escapar… cruzar el horizonte, entrar en otra vida.” Como si pretendiera saber que el vivir y la escritura no son más que una fútil locura del sentido.
En Queda la música, de René Rodríguez Soriano, relato largo o novela corta, como le gustaría decir a cualquier crítico “consagrado”, archivista y manido, el autor recurre {o no puede despojarse} de la Nostálgica como poética o recurso de la elíptica discursiva; reafirmando así una especie de política recurrente de la tristeza en la nebulosa del recuerdo {otro estadio liquidatorio de la conciencia anterior, en plena fuga}; deseando siempre volver a ese pasado mucho más digno, impregnado de olor a manzanilla y a yaragua {estado superior y verdadero de la infancia} que es, al fin, un lugar sin límite {cíclico y último} de todo aquel que anhela la absoluta libertad. Libertad palpable en el tejido textual, incluso en la estructura y la plasticidad permanente de toda su obra narrativa. Parece ser que ese poeta-niño que se le apoza en los rones de los ojos de René, aún, no ha muerto.
Y es que la sinceridad en los escritores (as) de hoy día es un hallazgo poco común. Los círculos dantescos empotrados en las estrategias del rimel, la cosmética y el ego linfático globalizado han invadido gran parte de nuestra literatura, convirtiéndole {y vendiéndola por libras} en una amenazante y fétida bola de mierda.
Encontrarnos con un texto de tan ingenua y fresca honestidad como Queda la música de René Rodríguez Soriano, ha reafirmado en nosotros el decir consagratorio y estimulante de uno de los escritores más sólidos y fragantes de la literatura contemporánea. Quien, en un seductor y consciente desdoblamiento, ha querido, de nuevo, soñar a ser mujer con su andar de mariposa y, en un apunte a lápiz, desdibujar el mar; creyéndose un niño {o una niña}, que la espuma es una paloma o un rumor de pájaros en su eterno y delirante plan de fuga.
PASTOR DE MOYA. Premio Nacional de Cuento 2003. (Primavera 2004)
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