La Cuentística De René Rodríguez Soriano

Sin lugar a dudas, René Rodríguez Soriano marca el punto más alto de los cuentistas dominicanos que empezaron a publicar en la década de los ochenta. Si tomamos en cuenta el desplazamiento temático del cuento del tema rural en que se centro el realismo social de Juan Bosch y su cuidadosa elaboración técnica, si observamos el realismo psicológico y social de la cuentística de José Alcántara Almánzar y la escritura neobarroca de Pedro Peix, la escritura de René Rodríguez Soriano sobresale por su elaboración lingüística, eso que dijo Juan Bosch de los cuentos de Cortázar.

Los méritos de la cuentística de René Rodríguez Soriano se encuentran más allá de la técnica y del tema en la creación de un mundo, a veces fantástico a veces romántico, que traspasa el tema de lo rural y se anida en los temas citadinos, que va más allá del interés de representar la condición de los grupos subalternos y se entronca en situaciones sentimentales y en la condición del existir de la clase media.

Logra René, también, crear con magia personajes que se convierten arquetipos de los sentimientos, del encanto del querer. Son personajes que tienen más concreción en aquellos que los aman, que en ellos mismo. Están hechos de palabras y por las palabras. Están bañados de sueños y de recuerdos, de búsqueda. Podría hablar de algunos. Generalmente femeninos.

Empecemos por Julia: Julia la del nombre Julia, es un recuerdo y un recorrido desde la mata de almendro, desde la Charles de Gaulle hasta las ruinas de San Nicolás. Julia es un hermoso recuerdo que envuelve en aireados sentimientos la búsqueda de una voz narrativa que se desplaza en segunda persona. Pero Julia se trasmuta y cambia y es esa niña, por que Julia no es Julia sino todas las mujeres.

Algo de Josefina. Ahí está esa mujer, no habla, no dice nada. Ella es una contemplación. Es él que la mira, el que deslíe sus luces, su fantástica presencia. Es la belleza escultórica, es el deseo representado haciendo una realidad intangible. Sólo queda su nombre como algo que se puede aprehender. «Yo sólo sé que se llama Josefina.» Esas palabras se convierten en la simbología tangible de esa mujer cuya belleza quieren tener todos los hombres, pero que también se escapa y se transfigura.

Y digo también porque lo mismo ocurre con Laura, la voz narrativa la busca por todas partes y ella se va, pero deja, cual Cenicienta, una zapatilla. Y es huidiza, resbalosa, una mujer fantástica que se trasforma en pez. Laura baila sólo para mí. Y ahí esa voz reiterada que memoriza y busca aquí y allá, como en un relato de viajes, se hace pez y recuerdo y se puede atrapar en su danza en su mundo acuático.

En los ochenta, René Rodríguez Soriano, Rafael García Romero y Ramón Tejada Holguín han elaborado una nueva manera de representar y narrar. La cuentística de esos narradores habría que verla como la más innovadora y seductora de las formas de narrar de la literatura dominicana, que ya tiene grandes logros y éste no es menos alentador.

Miguel Ángel Fornerín