La Provincia Deshechizada

(Aproximación crítica a los comienzos de René Rodríguez Soriano)

El poemario Raíces con dos comienzos y un final del escritor dominicano René Rodríguez Soriano (Constanza, 1950) conoce, a la fecha, dos ediciones. La primera, de 1,000 ejemplares, fue impresa por Editora Taller en 1977. La segunda, corregida y aumentada, también de 1,000 ejemplares, por Editorial Gente.

Siendo la segunda edición más amplia en textos y estando en ella corregidos varios de los poemas que formaban parte de la primera edición, creemos adecuado centrar sobre dicha segunda edición la aproximación crítica que a dicho poemario vamos a realizar. Otra razón no menos válida para escoger la segunda edición es que ésta se encuentra disponible en las librerías, lo que permite a los interesados adquirir un ejemplar de dicho poemario, mientras que la primera edición del mismo se encuentra agotada.

Raíces con dos comienzos y un final es el producto de una reflexión sobre la provincia natal por parte de RRS. Esta reflexión utiliza conceptos y valores que permiten al poeta calar la realidad provinciana; descubrir los fundamentos del mundo real, superando lo meramente pintoresco y la visión ingenua propias del mundo de la apariencia que caracteriza a toda falsa conciencia de la realidad.

Estos conceptos y valores se unen a vivencias de la ciudad capital que, producen en el poeta un cierto estado de extrañamiento, de capacidad de comparar y cuestionar lo aparentemente natural de los elementos que conforma la realidad provinciana. Bajo el velo que el hábito tiende sobre los fenómenos, el poeta descubre una situación de opresión y dominio de los propietarios sobre los productores. La realidad natural cede ante la realidad histórica; la visión ingenua a la crítica; la falsa conciencia ante una conciencia que indaga, cuestiona y revela los fundamentos objetivos del mundo provinciano.

El poemario está dividido en dos compartimientos denominados por el autor comienzos. Cada comienzo engloba un conjunto de poemas (11 el primero, 15 el segundo) que se estructuran temáticamente en torno a los dos aspectos capitales de la realidad provinciana sobre la que versa el poemario.

Lo que caracteriza a esa realidad que el poeta trabaja en sus versos es la violencia social ejercida por una parte de la población sobre la otra. Pero no se trata de una violencia irracional, sin sentido, ciega; por el contrario, es el producto de un sistema económico-social que depende de su ejercicio para mantenerse: la violencia sobre la que tratan los poemas de Raíces con dos comienzos y un final es la que genera el capitalismo. La apropiación por una minoría parásita de los medios de producción social y la consecuente explotación del trabajo de las clases subalternas constituyen la razón de ser de esa violencia.

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El Primer comienzo versa sobre la propiedad de la tierra en Constanza. Desde el primer poema (esta cosecha espera, pp. 17) el poeta plantea la problemática agraria. El símbolo de la problemática es la parcela:

esta cosecha
para cultivarse
sencillamente espera
la tierra despojada
libre
y simplemente
llana
que aparcelan

La propiedad privada de la tierra va unida a la explotación de la mano de obra asalariada. El poeta se propone expresar esa relación social de producción. Así, en el segundo poema (una parcela, pp. 18), al definir la parcela, no lo hace como una determinada porción de terreno, sino como una relación social de explotación:

porción de hombres
girando
por los arcos
tangentes
y secantes de los días
tras la casa fatigante y estrujada
de unocincuenta
y un dolor de cabeza
en todo el cuerpo

El drama del jornalero que con su trabajo arranca de las fértiles entrañas de la tierra riquezas que no le benefician por no ser propietario sino simple asalariado del terrateniente, es expuesto en esta parte del poemario. El obrero agrícola es dueño de su muerte y sus huellas (jornalero, pp. 27); las parcelas destilan “hombres hambre y miseria” (una raíz, pp. 24).

La explotación y la violencia que dimanan de la propiedad privada de la tierra suponen opresión y represión políticas. El crimen aleve, la destrucción de las relaciones familiares constituyen manifestaciones de esa situación estructural.

En un cuento (pp. 26), por ejemplo, el poeta comenta irónicamente la muerte de un joven izquierdista, caso en el que estuvo involucrado un cuñado del occiso. En amigo (pp. 23), uno de los más hermosos poemas del libro, el poeta, mediante una elegía, a un amigo de infancia asesinado:

te lo debía sanguilla
y te lo pago
nunca haré tu poema
ni hace falta
cada vez que alguien te nombre
aún por tu nombre o te recuerde
-flaco del carajo jodedor
y buenagente-
desangrará la espita de la rabia
para abatir la noche uniformada
que te secó la risa con su ráfaga

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Si el primer comienzo se estructura en torno a la problemática agraria, el segundo lo hace alrededor de la violencia institucional, que se expresan en la existencia del Estado y sus instituciones que legitiman y defienden la “sagrada” propiedad. Los aparatos ideológicos, jurídico-políticos y de coerción juegan cada uno su papel en función de ese fin esencial del Estado capitalista.

La presencia en Constanza del campamento de boinas verdes del Sexto Batallón de Cazadores de Montaña es para los propietarios garantía del mantenimiento del orden capitalista mientras que para los no propietarios (los productores) esta presencia se constituye en amenaza potencial que en no pocas ocasiones cristaliza en represión real y que, diariamente, se expresa en abusos, provocaciones y arbitrariedad.

Este segundo comienzo se encuentra prefigurado en poemas como el ya mencionado amigo pertenecientes al primer comienzo. Los objetos artísticos de este compartimiento han sido elaborados tomando como base esa realidad alrededor de la cual se articulan temáticamente, realidad que gravita como espada de Damocles sobre las existencias de los civiles pobres de la provincia. El peso apabullante de dicho regimiento con relación al poblado se muestre en el poema un pueblo:

mildoscientostantos metros
sobre el nivel
del mar
ochocientos reclutas
noventa putas
cuarenta prostitutas
tres adulones
y un síndico
(pp. 34)

Esta presencia es fuente de frustración para la juventud del lugar. Los varones ven, estupefactos e impotentes, cómo las muchachas son poseídas y abandonadas por los guardias. También está la dificultad para establecer vínculos sentimentales con las compueblanas, debido a que éstas se encuentran deslumbradas por la ilusión de formar hogar con uno de aquellos guardias, ya por el abuso, la arbitrariedad que se ejerce sobre la población civil y, en particular, sobre los jóvenes, por parte de los militares.

La primera razón de esa dificultad (el sueño de casarse con un militar de los adscritos al Sexto Batallón de Cazadores de Montañas) genera tanta frustración en las jóvenes como la frustración que padecen los jóvenes lugareños. Así, cada joven provinciana termina siendo por lo regular:

una mujer
con el recuerdo del guardia
que se fue
(otra raíz, pp. 33)

En cuanto a los jóvenes, la situación no podía ser peor. El miedo los refrena. Las calles de Constanza les:

ofenden
con su hormigueo de camuflaje
(no te perdí, pp. 45)

La población vive un estado de excepción, un toque de queda no impuesto formalmente, pero real, al que se ve obligada a someterse:

y era pensar
saber
que después de las siete pe eme
las calles eran de ellos
también tú
tus dos hermanas
y el billar
(otro cuento, pp. 39)

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Como hemos visto, la elaboración de objetos poéticos que versan sobre la provincia natal no se orienta a comunicarnos la nostalgia que invade al escritor al ponerse en contacto con el entorno de su infancia y adolescencia o su regocijo por volver a la “pequeña patria” de sus primeros años. Nada más lejos que estos poemas de una poesía pintoresca y/o acaramelada, falsamente ingenua, que tras una relacion culinaria con los lectores eluda hablar del mundo real, se niegue a tratar sobre las costumbres campesinas, etc. El paisaje y el paisanaje no embriagan al poeta. La relación de esta poesía con la realidad sobre la que opera es crítica. El poeta denuncia relaciones sociales, habla de hombres condicionados por su relación con los medios de producción social; que no son iguales porque los divide la “santa” propiedad; la posesión o no de la tierra los signa, los distancia y opone, y esa tensión social es comunicada al lector al través de estos versos.

Raíces con dos comienzos y un final es un ajuste de cuentas para René Rodríguez Soriano con infancia y su adolescencia provincianas. El factor autobiográfico se encuentra en todos y cada uno de estos poemas. Los dos comienzos indican las dos realidades que más impactaron al autor en sus años de formación; realidades que, a su vez, dejan su marca en todos los jóvenes de Constanza, en la vida del poblado y de la región.

Las vivencias de esas realidad es precoz en RRS; el horror se instaló en su vida y en la de sus coetáneos desde la más tierna infancia y le descubrió las durezas del mundo adulto: ya en uso de conciencia fue rozado por los acontecimientos del 14 de junio de 1959.

El hecho de que el poeta se implique en la realidad sobre la que trabaja mediante el uso de la primera persona muestra el peso de lo autobiográfico en el poemario.

vuelvo hoy a contactar la tierra
(tierradentro, pp. 19)

heme aquí
en esta tarde sin fondo
(otro himno, pp. 22)

El uso de la ironía es común a casi todos los textos de Raíces con dos comienzos y un final. Esa ironía se dosifica en diversos grados, hasta alcanzar ese tono incisivo y sangriento del sarcasmo:

la chiquilla que orinaba
los cuadernos hoy es puta
ya no mira la escuela
(progreso, pp. 42)

esa muchacha
mi desvelo de ayer en las tardes
rojizas de otoño
hoy le limpia soñadora
los galones las estrellas y las barras
que no se han ganado
los reclutas de mi pueblo
(otra historia, pp. 43)

Hay procedimientos de construcción como la yuxtaposición de rasgos como forma de construir una totalidad en poemas como abuela (pp. 25) y un pueblo (pp. 34, reproducido en el apartado 3 de este ensayo). El uso de la paradoja se evidencia en poemas como ascensos (pp. 36):

sobre mí
libros
fríos
tardes
malas noches
y sueños
sobre ti
rasos
cabos
sargentos
sargentos
y sargentos

Igualmente encontramos el aprovechamiento del habla coloquial:

ya sé que perdí legal
(otra canción, pp. 37)

O la recuperación del lenguaje y la problemática del adolescente:

y era el liceo
tus ojos
esa maldita química
la profe y sus lágrimas colegiadas
(otro cuento, pp. 39)

El quebrantamiento de la sintaxis:

vuelvo nuevavez
a beber el jugo amargo
del engaño
(tierradentro, pp. 19)

Es frecuente que RRS recurra a términos técnicos de disciplinas tales como la geometría (tangente, secante); la botánica (fotosíntesis, pétalo, sépalo); la gramática (gerundio, presente histórico); la música (calderón, bemol), así como a términos provenientes de la milicia (zafarrancho, fajina, camuflaje), explicables en estos últimos por el carácter de los poemas que integran el segundo comienzo.

Igualmente, ensaya la formación de neologismos (florir, por florecer; enmañar, de maña). Destaquemos también el uso recurrente de formas no personales del verbo (gerundios, participios e infinitivos) en los diversos poemas que componen estas raíces.

Otros aspectos a reseñar son la falta de puntuación y uso de mayúsculas (lo que dificulta la lectura); la tendencia a la elisión del verbo; la unión de palabras (cadavez, buenagente); o su quebrantación (litera/tura) y el uso discreto de rimas asonantes.

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Ra�ces con dos comienzos y un final es un poemario del desarraigo, atravesado por una mezcla de odio y amor hacia la provincia natal, sentimientos que instalan una tensi�n f�cilmente detectable en el poemario. La vuelta a Constanza, que se hace saber en el tercer poema del libro:

vuelvo a contactar la tierra
(…………………………………)
y me encienden los sonidos
que alumbraron la partida
estoy de nuevo entre las cuatro montañas
salto y salto los canales
los verdes campos
parcelados y alambrados
(tierradentro, pp. 19)

produce una frustración en RRS. La realidad “parcelada y alambrada” de la provincia natal lo indigna. Un fenómeno natural, el viento, es personalizado y elevado a símbolo. Frente a la realidad sórdida y opresiva de la parcela, el viento es la libertad, lo no sometido y que tampoco puede ser dominado. Ese símbolo será interlocutor del poeta en varios poemas del libro. Rebelde frente a la provincia natal, el poeta toma posición, asume (y de hecho llama a asumir a los lectores en ocasiones directamente y en otras por identificación empática), un compromiso con los humildes, colocándose:

junto a los hombre que fecundan la tierra
y no alcanzan sus frutos
(un himno, pp. 20)

La provincia pierde su hechizo. Caídos los velos de la inocencia, destruida la visión infantil, feérica, el reencuentro con la tierra natal no es fuente de nostalgia de las vivencias infantiles, sino enfrentamiento con la realidad provinciana. El poeta ve, no el paisaje exuberante, sino la rapiña voraz de los propietarios que hacen víctimas a los lugareños pobres. El poeta se propone comunicarnos esa realidad en su crudeza, sin concesión alguna. Estos versos permeados por la rabia y la ironía ácida son el resultado. Hay toda una ruptura sentimental con la provincia, ruptura que es, a la vez, identificación con una parte de sus pobladores, los labradores embrutecidos y explotados. La desvinculación es poetizada en el poema final del segundo comienzo (no te perdí, pp. 45)

no nos perdimos por no pertenecernos

Al asumir su desarraigo, sólo le queda la indignación y la actitud de luchar por transformar esa realidad, de ahí que el poemario concluya:

en constanza
con la ira
y en la ira
de nuestra lucha
(pp. 49)

Conclusión abierta a la historia, por la superación de esa realidad sólo puede ser escrita en la historia con hechos y sólo mayoría oprimida está en capacidad objetiva de escribir ese final (que es a la vez comienzo de otra realidad). Por eso la tarea es asumida como “nuestra”, y ese adjetivo posesivo no está ahí de manera gratuita: él implica que el poeta asume esa tarea junto a los demás, cerrando el paso a cualquier actitud desesperada que induzca al desaliento, a la confrontación individual o de minorías contra la situación que se quiere cambiar en sus raíces.

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En los breves poemas políticos que integran Raíces con dos comienzos y un final, de los que hemos ofrecido en este ensayo una interpretación posible, encontramos ecos de dos fuentes en las que ha abrevado la voz de René Rodríguez Soriano: la poesía de Vallejo y la literatura católica.

Vallejo alienta en esa “tarde sin fondo” del poema otro himno (pp. 22), por ejemplo. La literatura católica y sus símbolos (explicable entre otras razones por la experiencia de RRS como seminarista) se hace sentir en varios giros y términos que aparecen en los poemas.

No todo es acierto en el libro. Hay momentos en que el discurso suena declamatorio (véase el poema cantemos); el uso de términos técnicos, en particular los tomados de la teoría musical, suenan fríos y restan fuerza a los versos en que aparecen. La elaboración de neologismos a mi juicio no aparece justificada. Las metáforas no siempre son felices (como “las carnes de estas tierras”), en el desde la vida, pp. 32). Algunos de los textos pierden fuerza por el uso de términos vagos que drena la vitalidad obtenida en versos anteriores.

En forma alguna proponemos ilusiones sobre Raíces con dos comienzos y un final. Es obra de comienzo y, como tal, refleja las posibilidades y limitaciones del autor por la época en que escribió estos trabajos. Sin embargo, lograr esa apropiación de lo real, ser capaz de comunicarnos su visión de la provincia y estimular no sólo nuestro goce, sino también nuestra reflexión, constituyen méritos más que suficientes como para que el libro merezca una lectura despaciosa y su autor sea tenido en cuenta.

Por lo demás, todo escrito es un espejo del que lo produce. Ahí se plasman sus capacidades e incapacidades. Este ensayo no es una excepción. Aquí se vierte todo lo que el poemario de René Rodríguez Soriano produjo tanto en mi sensibilidad como en mi inteligencia. Otros con una visión más cultivada en estos menesteres encontrarán aspectos que yo malinterpreté o pasé por alto. Ese es el riesgo del que se aventura a ofrecer su versión de un discurso. Admito, pues, que esta es una lectura entre las muchas posibles, del poemario y que, en manera alguna, considero que he agotado las posibilidades de análisis e interpretación del mismo.

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René Rodríguez Soriano es un producto de la hornada del 70. Pertenece a la promoción de jóvenes que desde las provincias o en la ciudad capital se dieron a conocer publicando sus versos, cuentos, ensayos y piezas teatrales en los suplementos literarios del El Nacional, La Noticia, el Listín Diario, la revista ¡Ahora! Y la página literaria del El Caribe. Trabajando cada cual de manera independiente, echando solos sus pleitos con el idioma y el oficio, ya varios de los nombres que la década del 70 aportó como promesas a nuestra literatura han ido logrando afirmarse. Lo más importante es que si lo han hecho no ha sido por un ejercicio circunstancial; tampoco porque se dediquen a la autopromoción. Los que han ido descollando lo han hecho en base a un trabajo cuyo rigor y calidad ha obligado a que sean tenidos en cuenta y se les reconozca que poseen una conciencia profesional del oficio y una disposición para ampliar su cultura y el registro de voz, para no estancarse, apreciable.

Miembros de esta hornada, aparte de René Rodríguez Soriano, son Manuel Núñez, Juan Freddy Armando, Raúl Bartolomé, Cayo Claudio Espinal, José Enrique García, Rafael García Bidó, Pedro Pablo Fernández, Reynaldo Disla, Denis Mota, Odalís Pérez, Giovanni Cruz, Diómedes Núñez Polanco, Abil Peralta, Bruno Silié, Oliver Batista, Ignacio Nova, Salvador Santana, Rafael Peralta Romero, Arid Mejía, Ricardo Antonio Valdez, Juan Manuel Prida, Julio cuevas, Federico Sánchez, Fernando Fernández y el suscrito, entre otros. No todo es oro de ley en el conjunto. Algunos todavía rinden culto a un facilismo que terminará por tragárselos y, como decía Salvador Santana, hace poco, serán “eternos prospectos”. Pero los que han asumido el reto, lo han hecho con altura y muestran una vitalidad que nos hace ser optimistas sobre su futuro literario. René Rodríguez Soriano, sin lugar a dudas, puede ser honrosamente incluido en este último grupo.

AQUILES JULIÁN, ESCRITOR. (Isla Abierta de Hoy. 2 de julio de 1983. Santo Domingo, RD)