La Celebración Dominicana De La Palabra

Además del contagioso ritmo del merengue y la bachata, de la suprema calidad del ron y el tabaco y del exquisito mangú, los dominicanos se caracterizan por su trato amable, por su alto sentido de la generosidad y por su buena literatura, lamentablemente todavía poco difundida en Estados Unidos.

En honor a la verdad, las cosas comenzaron a cambiar algo a partir del éxito de las novelas autobiográficas de Julia Álvarez y los cuentos de Junot Díaz, aunque deba advertirse que ambos escriben en inglés y no han utilizado hasta el momento el castellano como medio de expresión literaria.

No obstante, durante los años ’90, un grupo nutrido de escritores dominicanos se fue trasladando a distintas ciudades de Estados Unidos, con preferencia por Nueva York y Miami, en donde la comunidad dominicana ha crecido de forma sostenida y notoria.

Entre ellos se encuentra, y de manera muy destacada, el novelista René Rodríguez Soriano, que desde la Capital del Sol ha proseguido una obra literaria que iniciara en su natal Constanza allá por el año de 1977, con un libro de versos, como es costumbre entre los literatos de Quisqueya.

Una trayectoria literaria que cuenta ya con más de una decena de títulos y que entre sus muchos aciertos supuso un cambio de rumbo en la narrativa dominicana contemporánea.

En este sentido, Rodríguez Soriano trajo la experimentación y lo lúdico, bajo la inspiración de su admirado Julio Cortázar, a las letras de la República Dominicana.

Su último libro, Queda la música (Editiciones Baquiana), publicado a mediados de 2003 en Miami, corrobora, una vez más, su alto nivel estético y artístico, su dominio magistral del lenguaje, su capacidad poética y su concentrado estilo.

Se trata de una novela breve en la que una escritora, al borde de la pasión amorosa y en medio del fragor de la escritura, reflexiona sobre el amor, la literatura, la música y la vida en general.

Predomina en sus pensamientos el escepticismo y la incredulidad.

El material anecdótico, lo que se nos cuenta, realmente no es lo importante en esta obra: escasas son las peripecias, las aventuras y los personajes.

En esta novela lo que interesa es el lenguaje, el estilo, la evocación sensual y reiterativa de la felicidad amorosa en medio de la soledad ante la pantalla en blanco, ante las teclas silentes del ordenador.

Importan los aromas, la memoria de la infancia, la música, la poesía, en fin.

Novela intelectual, de ahí las múltiples referencias y citas literarias, las intertextualidades que a veces asoman en el texto y nos descubren un amplio mundo subterráneo consagrado a la estética y al pensamiento.

A ello hay que añadir un profundo contenido erótico y el empleo del lirismo como estrategia narrativa. En Queda la música se percibe más que nada al poeta que es Rodríguez Soriano, pues su capacidad fabuladora en este texto se enlaza con una notable voluntad metafórica.

Celebración de la palabra y de la música, que en esta novela ostentan casi el mismo rango. Música cuyos registros van desde los ritmos de Juan Luis Guerra hasta las más refinadas sinfonías.

Para el lector curioso, Queda la música llenará una tarde de deliciosa e inteligente lectura; será una auténtica aventura y recorrido por los gustosos territorios de la belleza literaria.

Le animo a que acometa tal travesía en la compañía de este escritor dominicano.

CARLOS X. ARDAVÍN, ESCRITOR. (Orlando Sentinel, 28 de Agosto, 2004)