Probablemente Es Virgen, Todavía: Complicidad Literaria

1

Son poco frecuentes los casos en literatura en que dos o más escritores tengan un mismo código literario: la creación en literatura comúnmente es ajena a la complicidad.

Esto lo demuestra la inmensa mayoría de obras señeras en la historia de la literatura; sin embargo, un ejemplo notable y cercano es el de los argentinos Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, en la creación de personajes en las obras que escribieron juntos, y otros, más lejanos aún y famoso es el de los hermanos Goncourt, Edmond y Jules, pioneros de la novela documental que escribieron un famosísimo diario, de notable influencia.

Está demostrado científicamente que los productos de los procesos creativos están señalados con características especiales de la personalidad, y en la literatura la cosmovisión de cada escritor es única y diferente basada en las diferentes experiencias que han tenido en la vida.

Y es bien sabido también que el autor sólo es cómplice por lo regular de los personajes creados por él mismo, manejándolos y dándoles su función dentro del contexto de la preconcebida trama, aunque esto resultaría discutible para aquellos que creen en el automatismo síquico, o en le determinismo de los personajes trazados por la suerte de los hechos narrados.

Los escritores en su mayoría prefieren el beneficio de la irresistible soledad para escribir sus obras, con el auxilio de su propia reflexión.

La soledad como recurso del escritor la describió Ernest Hemingway en su corto discurso de aceptación del Premio Nóbel el 28 de octubre del año 1954, que escribió para que el embajador de los Estados Unidos en Suecia en esos momentos John Cabot lo leyera. Hemingway expresaba: “Escribir en el mejor de los casos, significa una vida solitaria. Las organizaciones para escritores tratan de paliar la soledad del escritor, pero dudo que mejoren su calidad literaria. Crece su estatura pública a medida que abandona su soledad, y a menudo su obra se deteriora. Porque hace su trabajo solo y, si es un escritor bastante bueno, debe enfrentarse a la eternidad, o a la falta de ésta, todos los días”.

No obstante, dos o más escritores con intereses literarios comunes pueden aunar sus esfuerzos y crear una obra literaria depurada, y con indudable méritos. Siempre se ha dicho, aunque sin confirmación en la mayoría de los casos, que grandes escritores se valieron de sus secretarios particulares, especies de alter ego, como soporte para la ilación, construcción, y hasta en la búsqueda de ideas para motivos argumentales de sus obras.

En la República Dominicana, recientemente se ha dado el caso de dos escritores que han elaborado una obra literaria juntos: René Rodríguez Soriano, y Ramón Tejada Holguín, ambos de reconocida trayectoria en la literatura dominicana, especialmente en el género del cuento.

Probablemente es virgen, todavía es el cuento que inicia el volumen de la obra, y que fue escrito en complicidad, por ambos, donde se revela, así como en los demás cuentos que la conforman un dominio revelador del personaje femenino, tratado en su justa dimensión. (Ya es bastante conocido el personaje de Julia, ideada en los sueños literarios de René Rodríguez Soriano). Y es posible que el lector advierta en la obra sucesos narrados, elementos que definen los signos propios de la naturaleza femenina.

2

El ejercicio literario proyectado en el cuento Probablemente es virgen, todavía y que le da el título a la obra, pone de manifiesto en ambos autores una especie de complicidad desarrollada, que se deriva en una afinidad entre ellos que trasciende el campo literario.

La complicidad literaria provoca en un dúo de autores de una misma obra, reflexionar acerca de los diferentes motivos extra-literarios que contribuyeron a la creación de la misma. En ese sentido, es posible que un lector avispado se dé cuenta al leer la totalidad de la obra de Rodríguez Soriano y Tejada Holguín la experiencia compartida por ambos, responsable de la similaridad de sus personajes femeninos y en el entorno en que se desenvuelven las acciones de los demás que es especialmente citadino.

Es así como Julia (Su nombre, Julia -rrs) y Olga (Así llenamos nuestros espacios temporales -rth) parecen confundirse: las dos son idealizadas por los autores, y padecen las múltiples angustias que de por sí conlleva el hecho de amar. La primera aparece de manera fantasma en los entresueños que Rodríguez Soriano teje en la trama: “…pero no te atreves a preguntar por Julia, no quieres romper el encanto, quieres, sueñas, ansías encontrarla como aquella primera vez, de repente, que parezca casual y ya has pensado mil cosas que decirle, que contarle, y has vuelto tantas veces por las ruinas…” (Pág. 78).

Olga, con cierta dosis de realidad, es víctima de juegos amorosos: “Las chimeneas y Olga tienen algo en común, ambas afecta su salud, la física una, la emocional otra” (Pág. 53). El enfrentamiento Olga / Amalia (la misma de El castillo de Kafka) constituye el leiv motiv de la trama que construye Tejada Holguín; Frank, parte principal del triángulo amoroso, piensa: “Desde la mesita de noche la lamparilla ilumina débilmente la habitación. Sentado frente a la luz, Frank observa una fotografía en la que se distinguen, Olga, Amalia y él… La experiencia lo afirma: no son dos mujeres, son una con dos cuerpos y dos nombres, una se ha apropiado de la vida de la otra. Frank escucha la voz lejana de Olga-Amalia insistiendo en reproches, epítetos y acusaciones” (Pág. 64).

De manera que tanto el cuento que titula la obra, como los demás que la componen forman la unicidad que quizás pretendían sus autores, por que se entiende que también los últimos fueron escritos con cierta complicidad no premeditada, el hilo conductor de sus afinidades.

Los personajes femeninos de la obra son innominados. Julia, Olga, Amalia, Alicia, y las otras llenan los espacios necesarios de la trama. Ellas resumen cualquier mujer. Es por eso que Probablemente es virgen, todavía tiene los méritos necesarios en el tratamiento literario de los grandes temas propios del sexo femenino, y considerar a las féminas como lo que son: seres humanos, sin la distancia ficticia o las barreras que las aleja, ya sea por los datos imaginarios creados por la misma ficción, o los postulados comúnmente aceptados a través del tiempo, que llevan a confusión.

Cada quien podrá sacar sus propias conclusiones de los nueve cuentos de la obra escrita en complicidad por René Rodríguez Soriano y Ramón Tejada Holguín, acerca del mundo atemporal plasmado en cada uno de ellos, mucho más si es sabido que el escritor es un tirano de sus personajes, cada uno está lleno de realidad: aquella que queramos darle.

MANASES SEPÚLVEDA M., PERIODISTA. (Ventana – Listín Diario. 16 de enero de 1994. Santo Domingo, RD)