El Diablo No Se Hace: Nace

Para quien suscribe, René Rodríguez Soriano con su última entrega literaria hace feliz a quien debe serlo.

SANTO DOMINGO, R.D. Debo perseguir a Rita. La verdad es que quisimos que esto no fuera una historia, que no contara nada, que sólo reflexionara y concluyera y explicara. Qué va. No hubo forma de detener a René, el diablo se metió más rápido de lo que uno está dispuesto a aceptar y ya, estoy yo también embarrado.

La literatura no es siempre así, pueden creerme. La verdad es que tratamos de ofrecer las cosas según nuestro parecer pero influencias son influencias y no hay modo de evitarlas. Pero decíamos que René Rodríguez Soriano es poeta, que lo leí hace veinte años en unos versos que hablaban de un sabor de tiempo y de canción.

Él escribe cuentos como éstos, a veces en contubernio con un amigo suyo desvirgando los dos a muchachas que hace tiempo dejaron de serlo o se ríen y blasfeman como ángeles que lloran agua lluvia en el desierto que muchos quieren para sí solos, solitos. Aun así, yo me empecino en padecer en esta orilla y no en la otra.

He gozado estos poemas, estos cuentos. Estos cuentos, para su propia salud, son poemas, de a veritas. Quienes persiguen asesinamente a cuentos que acusan de ser poemas deberían venir y ver para su bien que ése es su mejor remedio sí su excipiente es literatura y no información.

René Rodríguez Soriano, debo decir a pesar de todo, se lo tapó por adelante y se lo destapó por atrás, como si temiera alarmar desde el principio, porque aquí (aquí, por ejemplo) alarman los condones. No, en cambio, que los muchachos lo hagan aquí y allí sin que se lo acierten a enfundar; no preservativos. Quizá lo de René y la portada sea un chiste. Yo lo digo a medias, que estoy un poco descontento con tanta santurronería que hace infelices a… quienes no deben serlo.

Y así, el relato se va. Sólo que la creación se mantiene. En El diablo sabe por diablo nosotros no sabemos salvarnos más que colándonos por su cedazo, siendo parte del fino polvillo que contiene el aroma, la crema, el corazón del ñame, el summum.
Ellos son así, de las dársenas de Puerto Plata al Empire State de Nueva York, de la San Vicente de Paúl, una avenida con la cara sucia a la Torre del Homenaje, el sitio más exquisito de toda la Capital, pésele o no a los macachicles que se creen (mientras escuchan bachatas) que son más gente que ella, Rita, una medio perdida que una chica sabrosa.

Hay una Julia, además, que duele mucho. Un día me tropezaré con René por algún pasillo y le haré decirme cosas sobre ella, matarla, pues quizá no consiga otra cosa, que así son las cosas de la imaginación. Él me dirá que sí. Ellos, sin embargo, no le creerán, acaso hasta se molesten. Le llamarán mentiroso y él como autor dirá que eso es parte de la verdad de las mentiras, como dice Vargas Llosa el escritor peruano que escribió Pichula Cuellar.

Mientras, veo el televisor. Últimas noticias: un libro de René Rodríguez Soriano se vende sólo en las librerías. Un libro de René Rodríguez Soriano es quemado en hogueras como protesta de los analfabetos funcionales. Un libro de René Rodríguez soriano ha sido mandado al diablo.

Un libro, el libro de René lo lee una muchacha de Venecia mientras pasea en góndola. Son las cosas que uno nunca entiende: ¿Por qué tienen los fisgones que alcanzar a ver a penas este libro al pie del lecho de unos recién casados que se hacen el amor? ¿Por qué aparece un sobre nadando en el Ozama? ¿Por qué lo sueña una quinceañera en los alrededores de El Conde? ¿Será por Guille, será por los muchachos de Liverpool, será por vivir de los recuerdos? A veces, eso quisiera yo.

J.M. ROSARIO, ESCRITOR. (La Vida, Listín Diario. Santo Domingo, RD. 27 de febrero de 1999)