Blasfemia Angelical: O Crónica Del Desencanto Epocal

SANTO DOMINGO, RD.- Rene Rodríguez Soriano y Ramón Tejada Holguín acaban de prodigarme la más sorprendente alegría de los últimos meses. Con su libro Blasfemia Angelical, acaban de demostrarme que no es única mi agonía decenal, mi terrible tedio en cines y en iglesias y mi desprecio obsesivo por los tradicionales conceptos de cultura, educación, belleza, moral y de realización individual. Desde que se abre el libro se siente el prolongado apagón del desencanto que nos abatió a todos a partir de los años ochenta. Rene, orgulloso de Constanza, y Ramón, de San Francisco de Macorís, son desde ya los mas claros interpretes, con causas, efectos y perspectivas, de la realidad del dominicano pensante de hoy, acorralado por el individualismo reinante y el ambiente sórdido, donde las almas sensibles no ven luz al final del túnel.

El principal merito que reconozco en Blasfemia Angelical es la linterna que encienden sus autores en el centro del túnel, con la que contribuyen efectivamente a iluminar el trayecto que conduce al recodo desde donde se podría divisar la luz del final. Como dije en el ayuntamiento de La Romana al presentar la obra de la doctora Celas Albert sobre “Mujer y esclavitud en Santo Domingo”, conocernos a nosotros mismos es el punto de partida para una realización como pueblo en camino a una realidad menos traumática. Para Ramón y Rene, los ochenta constituyeron el choque brusco de los artistas y escritores dominicanos con su realidad.

Con dolor debieron convencerse de que los dominicanos no somos los que nos hicieron creer, que tanto la izquierda como la derecha tuvieron por décadas visiones distorsionadas de nuestra realidad afroantillana, mulata, merenguera, sincrética, sensual y aguardentosa.

Con amena elegancia, estos inquietos y laureados muchachones retratan la angustia del creador dominicano, presa de una historia contada a retazos y sumido en un nuevo orden internacional que hizo desplomar los viejos sueños, sin dar tiempo a los países pobres para ponerse en condiciones de competir bajo las nuevas reglas establecidas. El drama principal del escritor de los años ochenta es, para Ramón y Rene su propia soledad. De ahí la nostalgia por aquellos, los de entonces, que ya no son los mismos, como Aquiles Julián (publicista) y Amable López Meléndez (curador y critico de arte). Resaltan que los jóvenes de la indicada generación definieron sus características en “la crisis de los paradigmas sociales, la crisis de las organizaciones políticas de izquierda, el fracaso de los grandes proyectos sociales y la forma en que las expectativas democráticas y de bienestar de la sociedad civil no fueron satisfechas por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) a su paso por el poder gubernamental”.

El bostezo es el símbolo que retrata la modorra de los años ochenta, prolongándose hasta nuestros días con una terrible crisis de esperanza. Así lo explican en el texto “ Toda la Filosofía cabe en un bostezo”: “Frente al inmediatismo y el presentismo reinante en la cultura occidental, potencializado por el peso que conserva lo rural en la cultura dominicana, a pesar de que los escritores de los ochenta se han desarrollado en una sociedad eminentemente urbana, se conforma una literatura que ironiza las bases filosóficas de occidente y que apuesta por una cultura urbana, moderna o post-moderna. La ironía es parte del temperamento de los jóvenes, pero la ironía nada afirma, solo niega, es burla inteligente que nada construye”.

Como Frank Kafka y Julio Cortazar, desmenuzados en Blasfemia Angelical, Ramón y Rene no buscan ser mecías ni gurúes que dirijan al atormentado hombre de hoy a puerto seguro. Se limitan a plasmar sus visiones, las cuales considero útiles para nuestro impostergable autodescubrimiento. El universo total de Ramón y Rene no discrimina franjas. Todas son partes importantes del conjunto. Desde el poeta Domingo Moreno Jimenes y el luchador Jack Veneno hasta Pochi Familia y su Coco Band. La poesía aparece como materia prima para el análisis de una etapa de cambios, en un país que no acaba de lograr el espejo en el que se habrá de ver el rostro.

Otro merito a resaltar en el libro es su honestidad, en contraste con la mezquindad, denunciada en el mismo, característica del ambiente intelectual dominicano. Sus autores aparecen alejados del sectarismo y citan desde un joven poeta del círculo de La Romana hasta los consagrados como Marcio Veloz Maggiolo, Juan Bosch y Manuel Rueda. En mi niñez evangélica se me enseñó a no blasfemar contra el Señor Nuestro Dios y me repitieron hasta el hastío que quienes blasfeman contra el Espíritu Santo están fuera de la Gracia. Hoy no puedo más que dar gracias Dios por haber podido leer la Blasfemia Angelical de Ramón y Rene, auxiliado con velas, enfrentándome al calor, los apagones y los malditos mosquitos que pican como el diablo.

FRANK NÚÑEZ, ESCRITOR. (Cultura, El Siglo, 15 de julio de 1995)