De Boca En Boca

De boca en boca

Mientras patos y caimanes se asolean

Los sábados por la tarde en Miami, si es que no llueve, concluyen siempre frente a un asado y sus alrededores. No hay vuelta de hoja, mientras patos y caimanes se asolean en las lagunas, la gente va de mall en mall, buscando lo que no se le ha perdido. Mudos, frente a la radio o al televisor, que no han dejado en pie ni un solo techo de cristal, dejamos ir sin pena y sin espanto el pájaro del habla. Sólo nos salva la manía de encontrar, sin buscar, en parques y anticuarios a esos pares lejanos que aún conservan las manos paridas de palabras.
Sucede que este sábado de octubre, con sol y con camisa verde tuna, salí a suicidar geranios y bromelias por los escaparates. Eso sí, lo confieso: no fui a Barnes and Noble en busca del Amadís de Gaula ni lágrimas de Ruth o de Raquel en uno de los rollos del Mar Muerto, ni tras los cuatro dedos del apestoso licaon pictus de los baldíos africanos. Buscaba entre la gente al que -según Juarroz-, es «el único pájaro que puede ser igual a su ausencia». ¿Y saben que vi?  ¡Neruda en un caballo en plena plaza!  Una trulla, una rondalla comandada por el barranquillero mayor, con asiento en estas costas: Jaime Cabrera González, quien -les advierto- se ha propuesto subvertir con su acento estos viciados pagos… enarbolando su escopeta de luz en pleno nubarrón. «De boca en boca», una revista oral y bullanguera, truhana, pervertida, ¡y tan sabrosa! Que quien viene una vez vuelve otras veces. Única forma de alzarse con un ejemplar de esta revista que, al  decir de sus editores «es una realización mensual, gratuita y coleccionable en la memoria del público asistente». (Incunables, señores -que se sepa-, yo conservo tres, presillados, sin arruga, en mi egoteca personal y privada: «Kafkamorfosis», «Cortázar, modelo para amar» y «Confieso que Neruda»). ¡Y no los presto! También vi -no me lo crean-, en shorts y sin sombrero, ojos que se salían de las órbitas; orejas sujetando patas de obtusas armaduras sin miopía, oír una canción y un bamboleo, rompiendo los esquemas y las analfabetas prescripciones de tiendas clínicamente esterilizadas contra la ebriedad de la alegría… asiendo con codicia y desmesura un autógrafo, una pelusa, un espín. Yo no sé, alborotado y bobo, lo confieso: hagan por no perderse, en cualquier lugar y cualquier sábado, la próxima emisión que para asesinar rutinas, sin lugar a dudas, vendrá llena de asombros y a pedir de boca.

Sabado 23 de octubre del 2004 El Caribe