Queda La Música

El nuevo libro de narraciones líricas del polifacético dominicano René Rodríguez Soriano, Queda la música, publicado en 2003 por Ediciones Baquiana, nos envuelve en un halo de sensualidad, música, magia, olores y sabores, al tiempo que canta a la soledad, al amor y a la ausencia del amado.

Se compone el libro de cinco partes principales: “Andar de mariposa”, “Apunte a lápiz”, “La espuma es la paloma”, “Rumor de pájaros” y, finalmente, “Furia de buzo ciego”, cada una de las cuales se acompaña de lo que llamaríamos un “pequeño prólogo introductoria” tomado de canciones y poemas de artistas y poetas tales como Luis Eduardo Aute o José Emilio Pacheco, entre otros. A su vez, esos cinco “episodios” se subdividen en narraciones poéticas de variada longitud. Resulta curioso el hecho de que muchos de los títulos de estas narraciones se repiten. Tal es el caso de “Nebulosa”, “Plan de fuga”, “Antecama” o “Florentino Ariza”. Este último nombre se nos antoja significativo y revelador, ya que, entre las piezas narrativo-líricas, también encontramos el nombre de una mujer, Fermina. ¿Se trata del Florentino o la Fermina de El amor en los tiempos del cólera de García Márquez? Sea como fuere, Queda la música nos habla, nos canta, mejor dicho, de dos amantes, o tal vez sólo uno, uno que está solo, no nos queda muy claro. Son éstos unos amantes que se buscan y no se encuentran, que se escriben y se hablan, que se huelen, se saborean y se devoran, pero siempre desde el desencuentro. Se entabla una conversación entre los amantes, entre el poeta-narrador y su creación o entre el lector y su conciencia, que desprende musicalidad, imágenes, erotismo, olor y sabor tropical, y que gira, principalmente en torno al deseo, a la sed del otro, a la locura (no por casualidad el libro está dedicado “a los que no tienen uso de razón”.

Todos estos temas son tratados y retratados con frescura, muchas veces con humor, con un lengua cristalino, musical, que inventa palabras nuevas y redefine aquéllas gastadas por el uso. Abundan los campos semánticos relativos a animales, frutas, colores, sabores y olores, pero sobre todo la música. Así, tenemos pentagramas, flautas, sinfonías, canciones, y nombres de artistas tan dispares como Luis Eduardo Aute, Yo Yo Ma, Efraín Huerta, Astrud Gilberto o Anita Baker, que forman parte del homenaje del poeta a la música, y también a la poesía de poetas como José Emilio Pacheco, Pablo Neruda o José Martí.

En Queda la música, lo femenino y lo masculino se funden en uno solo, el yo y el tú ya no existen, sino el nosotros. Rodríguez Soriano nos muestra en sus composiciones líricas que sólo tenemos conciencia del yo en el otro, cuando nos internamos dentro del cuerpo del otro y nos derretimos en su ser, en una suerte de mágica alquimia por la que nos deshacemos de nuestra corporeidad y donde “sólo queda la música”.

ANA GOLDBERG-ESTEPA, ESCRITORA. Ventana Abierta. Vol. IV, No.16, Vol. V, No.17, Primavera/Otoño 2004, Santa Bárbara, California.