Vivir El Presente Más Allá Del Futuro

A partir de la neo vanguardia hispanoamericana se le canta al amor de diversas maneras, y conjugando lo clásico con lo moderno, lo disparatado con lo ordenado, lo simple con lo complejo. Las palabras tienen un particular sentido dentro de la composición o el orden del poema, así como los signos de puntuación que, comúnmente, salen sobrando.

La llamada poesía rosa es la que se despoja de ornamentos y coloridos para cantar al amor directamente con simplicidad aún en sus más entrañables motivos y decoraciones verbales. La simplicidad es el punto de rotación del poema, acompañada de elementos circunstanciales de la vida rutinaria, las cosas más diversas y emotivas de la vida en su momento presente.

La denominación poesía rosa es o quiere ser a la vez una crítica, una exageración, y un reproche de inmadurez en la visión estética, sin embargo, en algunos casos, este reproche es casi silente y cuando no, discutible. El poema rosa, por lo general, dice sin ningún riesgo y dice únicamente lo que dice, no se aventura a sugerir nada que escape a la naturalidad de lo expuesto, salvo cuando busca producir cierto tipo de reacción ante el sentido mismo de lo que dice, y en tal caso, prefiere hacerlo más con una descripción que con un enunciado. No se ampara en la sentencia sino en el canto. No busca descargarse sino unificar elementos comunes a una necesidad existencial, momentánea. La calidad del poema depende de la dinámica del poema mismo. Hay, por lo general, muchos poemas fallidos gracias al simplismo y al descuido total del lenguaje de ciertos poetas que consideran que el poema es todo lo que cabe en el papel en blanco, no se economizan una palabra, mucho menos un verso. El vicio de la adjetivación vacua constituye su emblema. Para ellos cualquier verbo es apropiado, cualquier palabra es la palabra exacta.

Dentro de la poesía neo vanguardista dominicana de mayor impacto para mí se encuentran los poemas de Domingo Moreno Jiménez, especialmente con sus libros Los Surcos Opuestos, Díaz sin Lumbre, Palabras en el agua y Sésamo. Igualmente menciono a Manuel Rueda con Por Los Mares de la Dama; Manuel Del Cabral con Los Huéspedes Secretos; Franklin Mieses Burgos con Clima de Eternidad. Los mencionó aquí porque son poetas que de una u otra forma han marcado una línea positiva en el largo camino de la presente generación de poetas ya influyendo sobre ellos o motivando sus instintos creadores.

Asimismo, presento estas “Canciones rosa para una niña gris metal” de René Rodríguez Soriano donde encuentro un solo punto de referencia con los maestros citados: la cualidad de un lenguaje que va más allá o más acá de lo imposible y que se centra en la cumbre de ese punto: el poema.

Me da la impresión de que muchos poetas que empezaron a publicar poemas en los suplementos dominicanos de entonces junto con René Rodríguez Soriano, tomaron la poesía como un asunto demasiado fácil y su visión y práctica en tal sentido se convirtió en puro chantaje, no llegaron a quitar el velo a la cara sonriente del chiste malo. Quisieron hacer una poesía de humor, pero sin profundizar. Confundieron la ironía cruda con la ironía trabajada con arte. Escribieron el poema como quien juega a las cartas con las cartas marcadas. Hay poemas que sí se salvan como el de Tomás Castro “concierto a puertas cerradas” y uno que otro de algunos otros, siendo Juan Freddy Armando, el más vasto del grupo y el menos conocido quizás por su condición de anonimato. No dejo de mencionar a Pedro Pablo Fernández por sus “Fragmentaciones” exquisitas.

En Canciones rosa para una niña gris metal, René Rodríguez Soriano es un poeta. No simplemente un poeta que canta al amor, sino un poeta con una capacidad discursiva exploratoria donde el poeta se juega la vida del poema en cada palabra, en cada golpe de voz, y en cada intento de salvación. René Rodríguez Soriano ha mostrado ya en las obras que preceden a Canciones rosa para una niña gris metal : Raíces con dos comienzos y un final (Primera edición 1977) y Textos destetados a destiempo con sabor de tiempo y de canción (1979), su preocupación formal y temática: sus temas son el tiempo, y el amor como presentimiento de la soledad, y como conocimiento del presente, un presente que marca la vida del poeta en función de destino: vivir el presente más allá del futuro.

Veamos, por ejemplo, cómo nos describe asuntos de la vida de las mujeres en el mundo de la Realidad en su Poema Ge

GRIS METAL
cibernética
austral sin transparencias
la mañana all equiped
luce un dejo de carmín
en su sonrisa
celuloide
y se derrama en palabras
cuenta de lejos de un pueblo
de un hijo
y una madre del traslado de un guardia
y un señor
luego
no importa estar aquí
unas cervezas cigarros
la canción y el manoseo
otros cigarros otras canciones
y apurar el vaso porque tu tiempo
entre cerveza y cigarro
tiene un precio

En su Poema E nos dice con acento más novedoso, poéticamente más fresco e interesante:

no sé
si amarte en do mayor
o bajar los megaciclos
efe eme de mi antena”

y se convierte, entonces en un crítico de la sociedad burguesa como hicieran los poetas futuristas italianos:

éste es un tiempo estúpido
luego de los inventos de edison
la cocacola
los condones
lo soviético y los clinexs
el tiempo verde color rosa
está fuera de onda

Cuando dice “éste es un tiempo estúpido” “el tiempo verde color rosa está fuera de onda” captamos esa negación que afirma al verdadero poema moderno de amor y de aquí parto para dar una definición de lo que significa este poemario imborrable; pero antes quisiera introducir que la poética se convierte en comestible cuando las palabras se llenan de pudor ante el individuo que lee o escribe determinado texto literario. El pudor en este tipo de intento poético equivale a un exceso de hipocresía que el mismo René Rodríguez Soriano detesta y rechaza con palabra cortante, con ironía y sarcasmo. Se burla de la clase rica con su disfraz de muchacho servil que en una mano muestra –como Voltaire- los hilos que mueven al muñeco para estimular las risas y muecas de la gente más aborrecible del planeta. Los poemas finales del libro desde el “poema ere” son los que poseen mayor dinamismo dentro de la neo vanguardia dominicana.

Diré además, si no es mucho decir y me lo permite el autor, que Canciones rosa para una niña gris metal se ha convertido, para un vegetariano como yo, en un mar de vegetales sexuales que comercian en el interior de un texto que casi he digerido completo bajo este clima hostil, desesperante y angustiante de los años 80s. en un Santo Domingo santificado por la politiquería y la mala fe. Anoto que lo sexual aquí se enmarca solamente como un dibujo, una descripción de situaciones que se vuelven más puras a raíz de sus accidentes (véanse los textos “Poema Ere” y “Poema Y”).

Vuelvo a leer este libro como si fuera la primera lectura, pero empiezo a leerlo desde el pasado, con mis ojos del pasado y mi memoria del pasado hasta concluir en dos cosas: que el pasado y el presente son como la cabeza de un pulpo cuyos brazos se reproducen a la medida que son pensados. El pulpo burgués sigue comiendo chocolatines ingleses bajo una palmita colorada con una distracción inusual, fingida (desde luego) porque a un pulpo no se le escapa nada, salvo el corazón de las pirañas que son capaces de envenenarlo. Caemos al presente: el pulpo todavía está vivo. Trujillo está vivo. Balaguer está vivo. La peste del perredeismo está contaminando las aguas y el aire. Ya no se puede respirar. La burguesía sigue siendo peor que la malaria o el cáncer. Hablemos del país como de una zanahoria dañada, políticamente dañada, donde nada es mejor a cualquier cosa. Con este desencanto nos canta el poeta René Rodríguez Soriano, pero su desencanto se reviste de una suavidad decorosa.

Me gusta como se dan las mejores muestras de este libro: abierto como una vena gris de niña fantasma lamiendo latas vacías de cerveza y colillas de cigarrillo en las callejas de la zona colonial. Las palabras de Canciones rosa para una niña gris metal se dan sin tapujos, con elegante dibujo formal, destacando el sentido de lo dicho, y anteponiendo realidades que no parecen ciertas. El marco de referencia del hombre es el hombre mismo, el marco de referencia de la poesía es la poesía misma: el lenguaje es el elemento único en el decir de eso que está dicho para siempre.

JOSÉ ALEJANDRO PEÑA, Escritor – Editor, Premio Nacional de Poesía.