Angel Caído

Angel caído

«Neverland» debió haber sido el lugar donde Caperucita dio cuenta de las debilidades del lobo.

Hay días en que casi todo me da igual. Es más, me da par de dos que sea un hombre o un animal el Pato Lucas, y hasta preferiría que -en vez de ciertas aves, y con todas sus terribles consecuencias-las vacas volaran. O que Clark Kent se decidiera de una vez por Luisa Lane o Jaime Olsen. Lo que me jeringa la paciencia es ver a los que construyeron al mutante intentar crucificarlo ahora. Sobre todo, las grandes cadenas televisivas y discográficas que «descubrieron» al muchachito negro que cantaba como ángel, tanto lo pulieron, endiosaron, maquillaron, sublimaron y sobaron, que lo convirtieron en poco menos que un biscuit. Nadie le echa en cara al millonario Bruno Díaz que se encierre a solas con el casi imberbe Ricky, quién sabe cuántos metros bajo tierra y roca. Las autoridades de ciudad Gótica tienen que enfrentar asuntos más puntuales que las travesuras de un par de excéntricos que deambulan noche adentro exhibiendo su moral en pantyhose. Y hace tanto que las niñas hicieron caso omiso a los carteles que procuraban alejarlas de las reuniones secretas de los amigos del club de Tobi. En la tierra de nunca jamás debió haber sido el lugar donde Caperucita dio cuenta de las debilidades del lobo.
A pesar de la obsesiva persecución a la que siempre lo mantiene sometido el infame Tom, Jerry siente una fatal atracción hacia el felino. Hugo, Paco y Luis, prefieren ir de camping o a la playa con Ciro Peraloca o el tío Donald, antes que con Daisy. Jamás se ha dicho por qué el Correcaminos huye todo el tiempo de las trampas del Coyote. Al pobre Michael Jackson lo estiraron tanto que ya casi no le queda el pantalón. Habrá quien se proponga demandar a la tintorería, para que el circo siga aunque no tenga ni asidero ya la cuerda floja.
¿Quién le hará rulos al gruñón de Elmer, con 65 de los buenos, recién cumplidos, sin descendencia y, lo peor aún, sin haber jamás lanzado una canita al aire? Como centella armada de millares de brazos, Flash va del excusado al punto.com como demonio o dios. Y el pobre de Bugs Bonny, que en su imperturbable soltería no llegó jamás a ser siquiera un buen prospecto para anunciar cremas dentales y «earpiercings», impertérrito, con su zanahoria con sabor a platanol con cafetacol de sobatina y melonábana, verá como Don Gato, con su habitual dominio de escena y de manada, se lava las manos, mientras señala coronado al rey del Pop, y sentencia: «Soy inocente de la sangre de este hombre».

Sabado 19 de marzo del 2005 El Caribe